INFORME ESPECIAL
Seguir formándose como abogado
¿Estamos preparados para el mundo 4.0?
Por Federico Colombres (h) y Alfredo Veronesi

Según un informe del FMI, el 65% de los alumnos de las escuelas primarias tendrán profesiones que no existen aún. Por su parte, y en la misma dirección, un informe de Dell Computers señala que el 85% de los trabajos del futuro aún no existen.
Disrupción. Cambio. Innovación. Exponencialidad. Estas son las palabras que nos atronan en las redes, sin que podamos distinguir si son clichés, modas, una nueva forma de esnobismo techie, o quién sabe qué.
El mundo atraviesa un escenario de alta volatilidad, y ello parecería ser el paradigma de la nueva normalidad: el cambio permanente y la reinvención como habilidad primordial para sobrevivir al nuevo mundo. Taleb habla de la antifragilidad como atributo fundamental para los ciudadanos del nuevo mundo, y Harari pregona que la mejor inversión será en el desarrollo de habilidades para continuar cambiando y seguir aprendiendo.
En medio de este escenario de volatilidad e incertidumbre, la industria legal –quizás tardíamente- se empieza a preguntar sobre su futuro. Los abogados cavilan entre la negación y la ansiedad; entre los que creen que esos cambios pasan lejos de aquí, y los que corren desmedidamente para no quedarse abajo del tren de los cambios. Un tren que no distinguimos con claridad, y que no sabemos si se desplaza por las vías o si volará.
Richard Susskind, un estudioso de los cambios en la abogacía a partir de la irrupción de la tecnología, en su libro “Tomorrow´s Lawyers” (2017, Oxford University Press) señala una serie de tendencias características de los tiempos que se vienen, a saber: (i) la demanda de mayor servicio a menor precio, y tarifas fijas; (ii) la aparición de prestadores alternativos en el mundo de los servicios legales, no abogados; (iii) la irrupción de la tecnología como competidora.
Es que a partir de 2008, la crisis de las subprime en EE.UU desató una gran presión a la baja sobre el costo de los servicios legales, con lo cual el mercado de prestadores tuvo que afrontar el enorme desafío de encontrar la manera de mantenerse en pie, cubriendo las ambiciosas expectativas de sus clientes, y logrando que cierren los números.
En un modelo de grandes estructuras, activos fijos y nóminas gigantes de abogados, eso parecía utópico. Desprenderse de los empleados y oficinas y seguir prestando el servicio parecía imposible. De tal modo, y en un mundo en el que las tecnologías 4.0 crecían exponencialmente, el rumbo indicado podría ser este: aliarse a la tecnología. Así, aparecieron nuevos modelos de negocios como Axiom Law con un servicio de excelencia a mitad de precio del mercado, apalancado en relación profesionales flexibles, reducción al mínimo de oficinas e instalaciones, y el uso intensivo de tecnología. Posteriormente, y por la rápida evolución de la inteligencia artificial, fueron incorporándose plataformas que pueden acometer el trabajo repetitivo , e incluso entregar asesoramientos y dictámenes con un alto grado de precisión, lo que también puso en cuestión la labor misma del abogado.
Ese es el estado de cosas actual, que empezó a generar voces que clamaban por la innovación y por cambios en el modo de la profesión, pero que sin embargo no eran muy amplificadas. Todos seguíamos ocupados en facturar horas, aferrados a lo conocido.
Eso no me va a pasar a mí, pensamos todos. Mi servicio es muy personal como para que me cambien por una computadora. Como si fuésemos tan especiales, pensamos que Uber jamás llegará a la abogacía, y nos estamos equivocando.
En los albores de marzo llegó la pandemia y el aislamiento, y de pronto el mundo analógico entró en pausa, nos quedamos encerrados en nuestras casas, y debimos ponernos a pensar. ¿Tiene futuro este modelo? ¿Estamos agregando valor al cliente? Y en medio de ello, tuvimos que correr desesperadamente para lograr algo que le llaman transformación digital, concepto que tratamos de desentrañar, sin saber si se trata de aprender a usar el Zoom, o bien algo mucho más profundo, en estos tiempos de virtualidad real.
En el mundo, ya se habla del modelo T (T shaped lawyer) o su evolución, el modelo delta.
El modelo tradicional, el modelo I, suponía que el abogado debía estar preparado para responder con solvencia los desafíos técnicos que le presenta la profesión limitándose al conocimiento legal. Luego, se empieza a hablar del modelo T, que presupone la habilidad troncal del conocimiento jurídico como el cuerpo de la letra T, y a una serie de habilidades transversales (negocios, design thinking, tecnología, project management, data analytics) como habilidades transversales que completan el perfil de un futuro abogado. Por su parte, el modelo delta, último paso en la evolución, agrega las habilidades blandas y el relacionamiento humano (comunicación, inteligencia emocional, etc).
Punto de partida
En el escenario descrito, y con las pocas garantías de certeza que nos presenta esta realidad entre provisional y definitiva, es que decidimos meternos en el ojo de la tormenta, y realizar una encuesta entre más de cien profesionales de diferentes extracciones para conocer sus expectativas, ansiedades y necesidades de formación frente a este mundo 4.0 que nos tiró la puerta abajo, y se metió en nuestras oficinas.
Hace mucho tiempo que el mercado de servicios jurídicos ha iniciado un cambio radical.
Cambió la demanda de servicios, la posición del cliente -en general- y como consecuencia lógica de esto, comenzó el cambio de la oferta.
Está claro que la formación de un abogado, al día de hoy, es casi imposible de completar en un solo ciclo (o dos) como fuera un tiempo atrás. El cambio en el mercado ha llevado a la necesidad de adquirir conocimientos que antes no generaban valor adicional al profesional del derecho y hoy se transforman en su distintivo principal.
Las nuevas tecnologías han empujado el cambio de manera determinante.
Los resultados de la muestra que se realizó para este informe, entrega una mezcla de habilidades blandas, tecnología y gestión. También, que la universidad parecería perder la centralidad en su carácter de formadora de abogados, abriendo paso al protagonismo de la formación online (MOOCS), con amplias y accesibles ofertas en plataformas como Udemy, Coursera, Edx, entre otras.
Es posible que esos conceptos marquen el eje central del cambio del mercado, al menos para los próximos años.
La experiencia del cliente se presenta como otro de los temas clave para pensar en la formación del profesional, y la aparición de iniciativas para hacer más amigable el servicio legal al usuario final, entre ellas el legal design.
Las cinco opciones más votadas en la encuesta fueron: Innovación, Legal design thinking, Programación y tecnologías emergentes, Gestión de datos y Marketing.
Indudablemente el giro ya está dado. Los abogados, en general, están preocupados por responder a una demanda de servicios que va más allá del conocimiento técnico legal, lo que está más que claro que este conocimiento, seguirá siendo el principal cimiento de la carrera de abogacía.
¿Qué habilidades no adquiridas en su etapa de formación, considera necesarias para ejercer la profesión en la actualidad?
Nota: Se podían elegir varias opciones por lo que el total no es del 100%.
También fueron votadas, en menor medida, opciones como: gestión de proyectos, manejo de idiomas y programación.

Por Demetrio Alejandro Chamatropulos
(Director del Suplemento periódico “Innovación & Derecho” del “Diario La Ley”. Director de la Diplomatura en “Derecho & Innovación” de la Universidad Nacional de Tucumán.)
Aprendizaje, innovación y derecho
Lo primero que es necesario remarcar ante el mundo que transcurre es que el aprendizaje nunca termina. Pareciera una frase hecha pero la diferencia respecto a tiempos anteriores es que quien adopta esa actitud de aprendizaje continuo más que obtener una ventaja comparativa respecto a otros profesionales del derecho en realidad está advirtiendo que se trata de una simple estrategia de supervivencia (incluso económica). En ese sentido, ante cantidades cada vez mayores de información útil circulante para uso profesional, existe una imposibilidad fáctica de saberlo todo. Y aun cuando a través de un esfuerzo colosal se intente lograr el resultado, la mira del objetivo se corre minuto a minuto y gran parte de lo adquirido se torna superfluo y “pasa a archivo”. La conclusión necesaria es que el objetivo esencial de la universidad quizás sea hoy más que nunca “aprender a aprender”.
“Aprender a aprender” no implica tirar a la basura todo lo clásico. Todo lo contrario, gran parte de la innovación en la disciplina jurídica surge a partir de redescubrir, revalorar o rediseñar lo ya existente generando interacciones con el sinfín de aportes tecnológicos del siglo XXI y contribuciones provenientes de distintas ciencias con las cuales el derecho hasta hace no mucho tiempo prácticamente no dialogaba. En otras palabras, superar la “endogamia jurídica” (con su alto grado de soberbia).
Posiblemente, las competencias básicas de las y los profesionales del derecho tengan una combinación de conocimientos jurídicos, saberes provenientes de otras ciencias y mucho, pero mucho, de “auditoría y revisión continua” para que esas “pócimas” o “fórmulas” sigan entregando resultados útiles.
Nos tendremos que acostumbrar a romper preconceptos y a entender que el compromiso de las universidades seguramente será mostrar a alumna/os de grado y posgrado todo lo que puede hacer una abogada o un abogado: que la vida profesional no se reduce a un pleito, que la solución que aporta mayor valor agregado a un caso o consulta posiblemente provenga de un campo del saber “no jurídico” pero que simultáneamente supere un “test de derecho”. La realidad está mostrando que, por ejemplo, para alguien recién egresado las “áreas de vacancia” del derecho son muchas, variadas y de número creciente. Habrá que trabajar con profesionales de disciplinas con la/os que antes jamás se nos ocurrió interactuar (ingeniera/os, programadora/es, bióloga/os, matemática/os, neurocientífica/os etc.).
Otro aspecto importante a asimilar es que las distancias geográficas se evaporaron como nunca y que la innovación no vendrá sistemáticamente de centros universitarios de grandes capitales o de think tanks tradicionales. Ello implica también mapear con frecuencia iniciativas de mucho interés para el derecho que lleven adelante instituciones de lugares que antes se consideraban periféricos o poco influyentes. En otras palabras “los Silicon Valley” del Derecho pueden proliferar en lugares y momentos de lo más sorprendentes. Y las universidades continúan siendo protagonistas de ese enfoque, impulsando y acompañando iniciativas y también revisando gran parte de su actuación histórica.
Paradójicamente, todo esto se da en momentos de crisis profesional, por lo menos en países como Argentina, en donde las abogadas y los abogados notan que su mercado es demasiado estático y estrecho para el gran volumen de egresados que se observa año a año. Bajo ese contexto, la innovación jurídica quizás no solo sea el “gran salto hacia adelante” sino también aquello que permita seguir trabajando y ganarse la vida en la profesión que tanto nos apasiona y que, en definitiva, elegimos.
¿Logró adquirirlas?
Nota: Suman un 12% las respuestas relativas a que el proceso es constante y que algunas habilidades fueron adquiridas y otras aún no.
¿En dónde logró adquirirlas?
¿En qué instancia considera que se encuentra respecto a la reconversión digital?
Las respuestas
¿Cuál es la percepción acerca de estos temas por parte del mercado?
¿Qué observan quiénes generan las ofertas de capacitación?
Para conocer más, convocamos a referentes de distintas áreas de capacitación para abogados.
Consultado acerca de los nuevos requerimientos por parte de los alumnos, Ramiro Salvochea, director de la Maestría en Derecho Empresario de Eseade, afirma: “Hoy la información es móvil. Las normas cambian permanentemente. Lo que el profesional necesita es entrenar sus procesos mentales y adquirir habilidades de pensamiento crítico y de respuesta versátil frente a los diferentes problemas que suscita el ámbito empresario. Especialmente en un ámbito tan problemático como el argentino.

El diferencial del profesional hoy está fundamentalmente en su capacidad crítica y de adaptación a la situación. Lo que su cliente le requiere es tener la visión y la fortaleza para poder enfrentar cualquiera de las muy diferentes problemáticas que se plantean en el día a día de la empresa. Esto incluye el manejo de habilidades blandas como el liderazgo, el pensamiento estratégico, la expresión oral y escrita, especialmente argumentativa, y el manejo de relaciones humanas”.
Acerca de la propuesta educativa, Salvochea añade: "La Maestría en Derecho Empresario de ESEADE es un programa de dos años, de carácter profesional. Se dicta desde el año 1995, y en 2019 fue modernizado por completo para ajustarlo a los requerimientos del profesional de hoy. La maestría es única en su tipo, ya que -sin ser un MBA- cuenta con un núcleo de materias de formación en administración dirigida a que los profesionales adquieran las habilidades necesarias para atender los requerimientos de la empresa de hoy. Se trata de entender cómo funciona la empresa, para poder encarar la resolución de los problemas legales que presenta. Este núcleo de materias abarca una aproximación a la teoría de la administración, las finanzas, la contabilidad gerencial, la decisión estratégica en la empresa y los recursos humanos. Además, se abordan temáticas centrales del derecho empresario, como contratos, daños, sociedades, derecho laboral, concursos y planificación tributaria. Entre otros".
Y concluye detallando: "A través de diferentes seminarios, se analizan problemática puntual: el derecho de internet, big data y privacidad, inteligencia artificial y otros temas de innovación, compliance y responsabilidad penal de la empresa, gobierno corporativo, finanzas (incluyendo fintech y criptomonedas), entre otros temas. La maestría tiene un estricto proceso de selección y los maestrandos mantienen una relación cercana con la dirección y con sus profesores, que se apoya -además- por un proceso optativo de coaching y mentoring", afirma Salvochea.
Está muy claro que adquirir las habilidades necesarias para formarse como abogado, también es un juego de oferta y demanda y los conocimientos no se encuentran en un solo lugar.

Martín I. Granero es vicepresidente de elDial.com - Editorial Albrematica. Consultado acerca de la demanda de cursos por parte de los abogados, indicó: “En los últimos años, se viene desarrollando una creciente demanda por parte de abogadas y abogados en capacitarse, ya sea en establecimientos educativos tradicionales, colegios de abogados o empresas como la nuestra, mediante Maestrías, Posgrados, Diplomaturas o simplemente cursos y desayunos de trabajo cortos, prácticos y de actualización profesional. Nuestra profesión nos obliga a estar actualizados en todo momento. Y en cuanto a la modalidad, la tendencia claramente fue virando cada vez más en capacitarse a distancia, sin un horario predefinido, en el lugar que a uno le sea más cómodo, sacrificando así la posibilidad de mantener un encuentro cara a cara con el expositor o docente, para hacerle consultas, o con el resto de los asistentes, para intercambiar experiencias. Los motivos de ese cambio eran por cuestiones de complicaciones del traslado hacia el lugar del curso o complicaciones de agenda diaria, teniendo en cuenta las urgencias que nos demandan nuestros clientes o, por ejemplo, audiencias fijadas impostergables. Esta tendencia terminó de consolidarse este año con la pandemia. Los cursos online, videoconferencias y webinars en vivo llegaron para quedarse”.
Y frente a la pregunta sobre qué temas piensa abarcar a futuro, Martín Granero indicó: “Sin lugar a dudas los temas más demandados son aquellos que requieren comprender rápidamente una actualización normativa o jurisprudencial. Sin perjuicio de ello, los temas relacionados con la tecnología son los que claramente serán los más demandados en el futuro, ya que creemos que la innovación tecnológica y la inteligencia artificial nos plantearán cada vez más y mayores desafíos, oportunidades y cuestionamientos, y tanto abogadas y abogados como jueces, funcionarios y funcionarias judiciales deberemos, necesariamente, capacitarnos en estos temas de manera constante, para poder asistir a la sociedad. Delitos tecnológicos, contratación por medios electrónicos, responsabilidad de los robots, derecho procesal electrónico, son algunos ejemplos”, concluyó Granero.

María Eugenia Leila Bertizzolo es secretaria académica de la carrera de Abogacía en UAI, sede Buenos Aires. Fue consultada acerca de cómo afrontan la formación de los futuros abogados en etapa de grado: “El título de nuestra profesión se encuentra incluido en la nómina de carreras que requieren de la vigilancia de estándares de calidad a nivel nacional (incluyendo contenidos curriculares básicos, carga horaria mínima y los criterios de intensidad de la formación práctica) que todas las Universidades (Públicas o Privadas) deben considerar para sus planes de estudios. Sobre la base de estos estándares cada propuesta aporta la impronta propia de la Institución que ofrece la carrera. El mercado profesional demanda agilidad, análisis, trabajo interdisciplinario de naturaleza colaborativa y creatividad al momento de resolver contingencias. Sin eludir una sólida formación de contenido jurídico es importante darles espacio a estos otros saberes; donde el estudiante deberá, a lo largo de su formación, integrar herramientas de diversa complejidad favoreciendo su autonomía”, afirmó.
Bertizzolo completa añadiendo: “Nuestra profesión no es ajena a la irrupción de la tecnología y se encuentra en un notorio proceso de cambio que es acompañado por las nuevas demandas sociales y del mercado profesional. En este contexto se debe aspirar a una propuesta académica que incluya una equilibrada combinación de competencias. Actualmente se escucha de la formación de profesionales T (en nuestro caso los conocidos como: The Sharper Lawyer) donde se incluye la formación disciplinar, pero demanda conocimientos tales como: habilidades de gestión de proyectos, mejoras en las técnicas de comunicación y relaciones interpersonales, la empatía y el dominio de la tecnología. Con la meta en el diseño de estrategias que promuevan el desarrollo de estas competencias profesionales surge la siguiente triada: competencias disciplinares, competencias tecnológicas y competencias blandas. Competencias disciplinares conforme los estándares de calidad que la profesión debe acreditar. Competencias tecnológicas, considerando no solo el uso de herramientas informáticas sino las potencialidades de las tecnologías disruptivas: datos personales (incluyendo privacidad y posibles sesgos algorítmicos), blockchain, inteligencia artificial, internet de las cosas (IoT), biotecnología y nanotecnología. Competencias blandas donde se busque desarrollarse el pensamiento analítico, la argumentación, la capacidad de negociación, la empatía, la planificación, la gestión de proyectos y el trabajo multidisciplinario. Como universidad debemos fomentar el desarrollo profesional del alumno promoviendo la construcción del conocimiento y favoreciendo la articulación entre la disciplina, la innovación, la creatividad y la comprensión de su entorno”, concluye Maria Eugenia Bertizzolo.
Consultados acerca de los cambios en la oferta y demanda de conocimiento del mercado jurídico, en la editorial Erreius: “El abogado de hoy en día tiene una enorme área de exploración profesional que promueve el uso de muchas “habilidades blandas” como son la empatía, la creatividad, la adaptación y la innovación. Hoy nos encontramos en un proceso de pleno cambio, donde los estándares que utilizábamos para nuestros análisis, cambios tecnológicos, conocimientos, relaciones y manejos personales se ven afectados. Es así que no tenemos otra opción que ser efectivos, adaptarnos, sobreponernos a nuevos desafíos y, aprender y reaprender conceptos. En nuestro país, el proceso de innovación legal y cambio tecnológico que venía ocurriendo de manera lenta, se aceleró abruptamente a raíz del covid-19, y así también el proceso de digitalización. Esto no ha ocurrido únicamente en el ámbito del Poder Judicial, sino en los estudios jurídicos, en empresas, en las relaciones con los clientes y hasta en nuestra propia estrategia de negocio”.
Y en relación a lo que ven como demanda futura, en Erreius añaden: “En Argentina, los permanentes cambios de legislación han hecho del abogado a un profesional que naturalmente busca actualizarse en materia jurídica constantemente. Sin embargo, creemos que el cambio digital ha transformado al mercado legal y que esto nos obliga e invita a incorporar nuevas aptitudes que nunca habíamos pensado que serían necesarias en nuestro campo profesional. Es por ello que creemos que en los próximos años el abogado buscará ampliar sus áreas de conocimiento de lo que es estrictamente legal para encontrar utilidad en otras herramientas que le permitan adaptarse a las nuevas realidades. Demás está decir que sin dejar de lado la actualización legislativa y jurídica constante, creemos que serán sumamente valorados los cursos que ofrezcan herramientas para llevar a cabo una transformación digital que ayudará al mejoramiento de nuestra estrategia de negocio como podrían ser la comunicación y marketing digital, programas tecnológicos que nos permitan ser más eficaces en nuestro trabajo. También serán requeridos cursos que nos permitan volcar a “nuevas ramas del derecho” que nacen a partir del uso de la tecnología como son el Derecho Informático y la Inteligencia Artificial, que cruzan de manera transversal a todas las áreas del derecho”.
Para concluir, desde Erreius afirman: “Por último, creemos que serán muy requeridos aquellos cursos que promuevan la incorporación de capacidades blandas como son el coaching jurídico, liderazgo en toma de decisiones, trato con el cliente, resolución de conflictos y negociación, trabajo en equipo. Es decir, capacitaciones que ofrezcan un entrenamiento a los abogados para desarrollar sus habilidades blandas y potenciar su ejercicio profesional”.
Qué tiene que saber un abogado. Un mensaje esperanzador.
Está claro que además del conocimiento técnico, cada vez el espectro se amplía a lugares en donde antes no se miraba, especialmente al desarrollo de habilidades adyacentes a la abogacía que parecerían mutar el perfil de abogado de técnico a conductor, a un business manager, a un líder de equipo.
Es que quizás, el futuro próximo nos encuentre con la posibilidad de tener tecnologías de crecimiento exponencial que resuelvan una parte importante de los asesoramientos que nos piden, y quizás debamos empezar a pensarnos como gerentes de empresas legales en las que tecnología y el factor humano deban administrarse inteligentemente, con el propósito de siempre: darle una solución óptima y eficiente al cliente.
La diferencia será el cómo, y es aquí en donde tenemos que pensar estratégicamente, y decidir que parte de nuestro trabajo lo cedemos a las máquinas - porque lo van a hacer mejor- y qué parte tomamos nosotros -porque lo hacemos mejor.
Como ha pasado en otras épocas de cambios tecnológicos, no será el fin del mundo, y el proceso de destrucción creativa traerá nuevas oportunidades, nuevos empleos, y nuevas alternativas. Se tratará, simplemente, de reconvertirse, y de adaptarse al cambio.
Dejamos abierto el debate.
Si desea aportar más datos para la segunda parte de esta nota, puede hacerlo a info@aunoabogados.com.ar