Francisco Costa
Su perfil de Twitter lo presenta de esta manera:
Padre de familia. Abogado en Costa & Asoc
CEO at @certronic_io @claborem. Cofunder at @uaaloo
#Emprendedor #startup #transformacióndigital
#innovación #blockchain


En la sección #outofthebox queremos darle un espacio a todos aquellos abogados que se animan a pensar fuera de lo esperado, a salirse del modelo tradicional de la abogacía, y que viven estos tiempos de volatilidad e incertidumbre con esperanza y creatividad, construyendo la nueva abogacía que el mundo está necesitando.
"No hay que tener miedo”
La realidad copia a la literatura (o debería hacerlo)
Me jura y me perjura que no. Que no leyó el “Poema Conjetural” de Borges, ni sabe cómo Francisco Narciso Laprida decidió en aquella tarde última y definitiva asumir su destino inexorable que se venía escribiendo a sus espaldas desde el día que vio la luz. Él, que había sido un hombre de sentencias, de libros, de dictámenes, comprende su identidad de guerrero sudamericano en aquella tarde crucial.
Es que luego de que Francisco Costa me contara aquella decisión capital que lo haría volar los puentes con su vida anterior, no se me ocurre más que hablarle de aquel tema-obsesión de Borges, que se repite en sus cuentos y poemas: el destino que se le manifiesta al hombre en un momento único, que le da significado a toda su existencia.
Este otro Francisco no leyó Borges, pero quizás lo une a algunos de sus personajes un invisible hilo conductor. Pienso en Juan Dalhman de “El Sur”, y trato de repetirle las más conocida frase de nuestro enorme autor sobre el destino, pero me sale horrible. La memoria me traiciona; así que, en medio de la conversación, recurro a Google y se la leo:
“Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”
Le gusta. Pero sin detenerse en eso, seguimos hablando. Francisco no se toma demasiado en serio, y hace como que no escuchara. Pero por dentro se siente bien. Hacer cualquier cosa que haya hecho algún personaje de Borges –aunque no lo haya leído- bien vale una vida.
Fuego en la torre.
El día de la voladura de los puentes, Francisco Costa se despertó temprano, leyó los diarios, desayunó con sus hijos. Un día normal, parecería. Antes de salir de su casa miró para arriba, y encontró algo diferente en el cielo bahiense. No sabía muy bien qué era, pero se sintió inquieto. Algo flotaba en el aire, algo que no podía explicar. O quizás era algo en él.
Llegó a la reunión, saludó a todos, se sentó en la mesa. Piso 22 de una coqueta torre corporativa. Una petrolera. Repartió chistes y comentarios como solía hacer. Algo sobre el desempeño de Boca Juniors. Francisco veía con naturalidad estar en estas mesas de negocios importantes, pero por otro, no dejaba de pensar que habían pasado tres generaciones de Costas para consolidar un prestigio, y llegar a estos lugares. Tres generaciones de abogados que habían recorrido Bahía Blanca de punta a punta, de arriba hacia abajo, y que habían estado en los tribunales más tiempo que en su casa, todo para forjarse una trayectoria y un buen nombre. Media hora más tarde, todo eso sería jugado en la ruleta rusa, pero aún nadie sospechaba nada.
Francisco sentado en la mesa del directorio de una importante petrolera. Francisco interactuando. Francisco, el que tenía soluciones ingeniosas. Francisco, el que soñaba con el big bang.
Excels. Gráficos. Otros artilugios. Francisco usaba todas sus habilidades para explicarle al directorio cómo se podían elaborar indicadores de desempeño de los contratistas de mano de obra, tomando los datos de juicios que tenía a su cargo.
Mientras declamaba sus hallazgos, detectó un módico interés en algún directivo, así que se permitió continuar con su exposición sobre los datos, y el futuro de la información.
Empezó a describir la idea de un sistema que permita generar métricas sobre el desempeño de los contratistas que permitirían tomar decisiones prospectivas. Sonaba a lírica pura, pero debían trabajar en algo así.
Años más tarde la idea se transformaría en un proyecto que lograra la digitalización al 100% del proceso de control y gestión documental de contratistas, pero todavía estábamos en el 2007, y la idea sonaba aún como el delirio de un trasnochado. Después vendría la crisis de las subprime, los nuevos modelos de abogacía low cost apalancados en tecnología, Susskind publicaría su libro sobre el futuro de los abogados, subirían las acciones de Axiom Law y demás. Pero Francisco –trágicamente- había llegado antes de tiempo, y tendría que lograr sobrevivir hasta el momento indicado.
Siguió hablando. Alguno bostezaba, otros escuchaban atentos las ocurrencias de este abogado laboralista que jugaba al científico. Steve Jobs había dado hace ya dos años atrás su famoso discurso en Stanford, el de la importancia de conectar los puntos. Francisco no lo había escuchado, pero lo había entendido a la perfección.
El CEO, al final y a la cabecera, agradeció la explicación, y poniendo final al asunto, dijo que la idea era excelente, pero que para todo eso habría que desarrollar tecnología, y que en todo caso se buscaría al proveedor apropiado para ello, teniendo en cuenta que….
Teniendo en cuenta que soy abogado, autocompletó Francisco para sus adentros.
Cerró los ojos y pensó en su abuelo. En las noches de desvelo que le había relatado. En su primer escrito con máquina de escribir que aún conserva en algún aparador del estudio. En las tardes que lo veía con la mirada absorta entre los libros. Y en su viejo, que se le había puesto al lado para construir algo más que un apellido, una continuidad. Pensó en todo eso, en la construcción de los Costa, en el camino que había comenzado de tierra y que le habían pavimentado para él. Solo tenía que elegir eso: seguir siendo abogado. Miró todo eso de nuevo, en un segundo. Y quiso ser otro. Pensó en dinamita. Pensó en Jimmy Hendrix haciendo añicos la guitarra contra el piso. En el primer viaje a la luna. En escenas de trenes descarrilando.
Abrió los ojos. Y habló:
-Voy a hacerte ese software, quédate tranquilo. Vas a tener todo eso en una pantalla, y vas a manejar el mundo desde ahí
En ese mismo instante, me dice, eligió no ser abogado. O al menos no en los cánones que el mundo había definido para la abogacía en esos tiempos. Se sintió extraño. Feliz. Angustiado. Y supo para siempre quién iba a ser, como Francisco Narciso Laprida la tarde de la batalla.
El CEO en cuestión recogió el guante, le dio un año para desarrollar el sistema, pasaron al siguiente punto de la lista de temas, algunos chistes, algunas generalidades, se saludaron todos, se fueron.
Inventando a Francisco Costa. La reconstrucción.
Hoy se ríe mientras me lo cuenta. Se refiere a todo eso con una palabra elegante, poco usada, contundente también: una bravuconada. Pero no olvida que veinte minutos después de su acrobacia se agarraba la cabeza, mientras miraba el vapor que salía de la la máquina de café del bar de la esquina. Estaba él y la tasa de café, y el vapor era la vida que se le iba. Ya no estaba en el piso 22, pero sentía aún el calor del incendio.
De un modo u otro, acababa de arrojar su traje de abogado en una pira sacrificial, y le había prendido fuego. Había dinamitado, quizás, el destino de tres generaciones de Costas que se habían prometido ser hombres de leyes y sentencias. Y acababa de prometer al cliente más importante del estudio algo que no tenía idea de hacer.
Me había olvidado de comentarles: al momento de prometer el sistema, Francisco apenas sabía – como todos los abogados- usar el Word, y algunos rudimentos de excel.
Había algo, sin embargo, que lo había hecho actuar así. Algo que incomodaba, algo que debía cambiar, y que había emergido como un magma volcánico en esa reunión. Y que lo hizo prometer algo que cumpliría indefectiblemente, pero que no sabía cómo. Los Costa eran gente de palabra.
Quince años más tarde, el mercado diría que todo eso que quería ser Francisco cabía dentro de un nuevo término chic, cool, también vaporoso: Legaltech. Pero en ese momento no había tiempo para ponerle un nombre. Había que hacer.
Así fue que Francisco empezó a pensar quién podría fabricar el sofisticado sistema del que había hablado. Y cómo construir el nuevo Francisco Costa que se había prometido ser dentro de esa sala de reuniones.
Recordó que en el hotel que tenía su viejo, había alguien que sabía de computadoras, y fue a hablarlo. Era Guillemo, docente en la carrera de ingeniería en sistemas de la UTN (Universidad tecnológica Nacional). Nunca había reparado demasiado en esa oficina del fondo en la que se acumulaban servidores y trastos tecnológicos, pero sabía que la respuesta estaría ahí. Habló con él, y el sueño ya estaba rodando: Guillermo reclutó al equipo de TI, y empezaron a trabajar en el Frankestein que Francisco tenía en la cabeza.
Los caminos eran sinuosos, pero el destino ya estaba escrito. Recuerdo nuevamente a Borges y la biblioteca de Babel, en la que estaban escritos todos los libros del universo, todas las historias posibles. Quizás la historia de Francisco estaba en uno de ellos.
Meses después nacería el primer sistema, la primera criatura, que dos años después devendría en Certronic, un software que digitalizaba al 100% el proceso de control de contratistas y la gestión documental, con alertas y avisos inteligentes que permiten la construcción automática de índices de riesgos de acuerdo al comportamiento y estado de cumplimiento de la empresa relevada.
Sobre todo esto que sucedió, y como continuó su vida luego de haber elegido un nuevo camino, me contó Francisco en la entrevista que les comparto a continuación.
LA ENTREVISTA
¿Qué estaba pasando dentro tuyo antes de la reunión donde decidís dar el salto?
En realidad estaba muy convencido de que quería dar un salto, sentía que ese era el momento, y tenía unos pocos minutos para hacer el pitch frente al directorio, presentar el proyecto y despertar interés. Era en ese momento o nunca.
Como el proyecto tenía una fuerte base legal sabía que esa parte del contenido estaba resuelto, era donde más cómodo y seguro me sentía; la parte más difícil era la de encontrar la solución para digitalizar los procesos y cómo construiría la plataforma de gestión de proveedores.
Mirándolo desde aquí, pienso que la confianza en el conocimiento específico de la problemática de la que hablábamos sumó, pero sobre todo el optimismo con el que expuse fue lo que hizo que el directorio me dé un año para desarrollar el software. Me salvó la fé.
Hoy todos celebran los modelos exitosos de emprendedores digitales, y empiezan a surgir celebridades dentro del mundo Legaltech. Todo parece color de rosa. Sin embargo, te queríamos preguntar cómo transcurriste ese proceso de “cambio de piel” luego de haber tomado la decisión de empezar en un emprendimiento tecnológico? ¿Cómo fue hacerlo en el 2007? ¿Cómo te veían los otros abogados del estudio mientras estabas metido en este proyecto?
En el año 2007 ya se respiraba en el aire el avance de la tecnología, pero no con la intensidad y profundidad con la que se habla hoy. Todas las transformaciones o incorporaciones de tecnología en las grandes corporaciones provenían de las principales marcas (SAP, IBM, MICROSOFT), requerían de procesos de implementación sumamente complejos y no era habitual que un startup y menos del interior desarrolle tecnología.
Hablar en aquel momento de procesos de automatización, de data analytics en procesos de control de empresas contratistas era algo que sonaba bien pero no era percibido como probable, y menos si quien hablaba era un abogado.
Ni yo sabía muy bien de lo que hablaba, ahora que lo pienso… (risas)
Como en todo proyecto de este tipo, lo principal fue armar el equipo. Hicimos un team chico, pero poderoso, formado por abogados, ingenieros industriales, en sistemas, en seguridad informática, contadores, licenciados en comunicación, diseñadores y más. La diversidad fue clave en nuestro desarrollo porque nos permitió tener especialidad en las áreas requeridas y a la vez que cada nueva funcionalidad sea discutida y analizada desde una perspectiva diferente.
Al igual que en cualquier startup, fueron muchísimas las cosas que sucedieron en el camino y no todas fueron color de rosa. De muchas disfrutamos y de otras aprendimos. Llevar a cabo un proyecto de base tecnológica requiere de una cuota de optimismo muy grande y más aún cuando se pretendía innovar como lo estaba haciendo Certronic.
¿Cómo te veían los otros abogados del estudio mientras estabas metido en este proyecto?
Desde que tengo uso de razón tengo una mentalidad emprendedora, lo siento como algo que fue siempre parte de mi personalidad. Durante mis primeros siete años como abogado me dediqué en forma exclusiva a dos cosas: a especializarme y ejercer. Para mi la profesión era el derecho laboral con fuerte orientación en la empresa, y desde el día uno intente ejercer de una manera diferente, más creativa, con fuerte orientación en el cliente. En el año 2008 la startup me obligó a desdoblarme, y el resto de los abogados del estudio vivieron el proceso pero no se sorprendieron, porque de alguna manera estaba ocupado en lo que habitualmente hacía, que era emprender, aunque esta vez de una manera menos tradicional. Sin duda que la mirada del ejercicio profesional hacía que en ese momento los fundadores vieran al proyecto como el responsable de haberme quitado el foco, porque de alguna manera ellos esperaban que tenga en el ejercicio de la profesión y particularmente en el estudio.
Sin embargo, ello no fue un problema porque a la larga todo esto me permitió compartir un espacio de innovación y creatividad en el modo de ofrecer los servicios jurídicos junto a mi padre, uno de los fundadores del estudio. Todo se acomodó al final.
¿Te consideras abogado del mismo modo que tus predecesores? ¿Qué es ser abogado?
Esta pregunta es clave.
El abogado tradicional estaba preparado para decirte algo como esto: “Asesoro a clientes en x temática” o “intervengo en los asuntos judiciales y extrajudiciales en las que se encuentran involucrados mis clientes” Un abogado interno, más corporativo, diría que forma parte del departamento jurídico de una empresa cuya función es dar soporte legal al resto de las áreas de la compañía”.
Hoy, la abogacía presenta modos de ejercer diferentes a estos, hay mas opciones y nuevos modelos. Hoy ser abogado es mucho más que litigar y asesorar. Las tecnologías disponibles pueden convertir a un profesional del derecho en un abogado 4.0, que forme parte del nuevo concepto del Legaltech. Un abogado que a partir de su formación tecnológica se convierta en un experto en legal analytics (IA, machine learning, deep learning), blockchain, en el desarrollo o funcionamiento de plataformas de justicia distributiva, o tantas más.
En definitiva el abogado de hoy puede ser alguien totalmente diferente para lo que realmente fue formado, desarrollar su actividad de una manera no tradicional, incluso en espacios que no necesariamente sean estudios jurídicos sino en empresas de base tecnológica, formando parte de equipos multidisciplinarios. Y por qué no fundado su propia startup Legaltech
Sin duda que esta forma de ejercer la profesión probablemente no sea idéntica a la de nuestros predecesores, pero sigue siendo abogacía, si la entendemos con un servicio que busca mejorar el bienestar de nuestros clientes.
En lo personal, y contestando tu pregunta, me siento tan abogado como el primer día.
Crees que la preparación que traías como abogado te sirvió para emprender lo que hiciste? ¿Crees que la formación que recibiste sirvió?
Sin duda que la formación obtenida en la carrera de grado y postgrado, fortalecida por la experiencia adquirida en el ejercicio profesional, aportan valor y herramientas para poder emprender con mayor confianza y seguridad. Sin embargo, en mi caso, fue clave la elección de la especialidad laboral corporativa para mi futuro profesional. Me dio una formación muy focalizada que me permitió detectar necesidades en el mercado con el que interactuaba, que luego comenzaron a tener forma de proyectos y que hoy son plataformas que utilizan cientos de empresas, como ocurre con Certronic: “Plataforma de gestión de control de empresas contratistas” (www.certronic.io) o Uaaloo RH: Software de gestión de recursos humanos para Pyme ( www.uaaloo.com).
¿Estudiarías abogacía de nuevo?:
Parecería estar de moda quejarse de la formación clásica, y es casi un lugar común decir que “si volviese a estudiar, no elegiría esta carrera”, o exagerar la importancia de la tecnología, como si estudiar derecho ya no sirviese. Personalmente soy un apasionado del derecho y en particular del derecho laboral, y creo que la carrera me dio, además de los conocimientos técnicos legales, la posibilidad de desarrollar múltiples habilidades blandas que en otras profesiones sería muy difícil de adquirir, como la de alcanzar un pensamiento crítico, analítico e integral sobre la realidad, y la capacidad de reflexión y negociación. En definitiva, la carrera de abogacía te nutre de múltiples conocimientos y habilidades para luego poder darle el sentido o dirección que quieras a tu vida profesional
¿Qué le recomendarías a alguien que está terminando la carrera?:
La mayoría de las universidades de los países de América Latina no han actualizado sus planes de estudio para la carrera de abogacía a las nuevas realidades. Los graduados salen al mercado sin experiencia, aunque con conocimientos técnicos sólidos en lo que se han formado. En su mayoría tienen la aspiración de poder ejercer la profesión de un modo artesanal, en definitiva, como se lo han mostrado y como se viene haciendo a lo largo de las últimas décadas.
Sin embargo, la realidad es que hoy la profesión del abogado no solo no es la misma, sino que ha sufrido una transformación extremadamente profunda. Estoy convencido que el abogado debe convertirse en un especialista en una rama determinada del derecho y a su vez complementar esta especialización con conocimiento en procesos de negocios, herramientas de gestión de proyectos, Bigdata, Data Analytics, IA, Blockchain, etc.
Una opción interesante para un abogado de hoy es realizar un MBA o un programa de inmersión digital como los que dictan las universidades más prestigiosas de este país. Este tipo de formación le va a permitir a cualquier profesional del derecho pensar en opciones de desarrollo diferentes: desde fundar su propia startup o ser parte en alguna de las plataformas tecnológicas ya existentes, que están enfocándose principalmente en la automatización de documentos (robotic process automation), el análisis de contratos con IA (machine learning y de natural language processing), etc.
Es decir, apuntar a conocer e involucrarse en emprendimientos relacionados con las tecnologías disponibles para aplicarlas a la aceleración o a la creación de eficiencias en la entrega de servicios legales.
¿Qué le dirías a un abogado laboralista que piensa que CERTRONIC vino a quitarle trabajo?
No hay que ser apocalípticos, pero tampoco negadores: la transformación de la profesión ya es una realidad, y no es algo negativo. Como todo cambio, se generan debates en torno al impacto que las diferentes tecnologías pueden generar en múltiples aspectos de nuestras vidas, incluido el profesional. Se habla del fin del trabajo, sin más. Por su parte, hasta personalidades como Hawking señalaban sobre los peligros del avance de la IA.
Más allá de estos debates, mi visión en cuanto a la revolución que estamos viviendo, es sin duda optimista. Las tecnologías actuales y del futuro permitirán a los profesionales del derecho olvidarse de las tareas rutinarias que mayor tiempo le llevan, y ocuparse de las tareas analíticas, creativas y estratégicas, las que en definitiva realmente tienen valor en la práctica legal y que son las que demandan los clientes en la actualidad. Agregar más valor.
Debemos concebir a la transformación digital como un proceso de incorporación de tecnologías destinadas, no a sustituir al ser humano, sino a complementar, perfeccionar y facilitar su actividad.
Alguna vez leí que lo realmente innovador no son las tecnologías sino los casos de uso que se encuentran para ellas. Esto quiere decir que la formación de un abogado tradicional, sumada a sus habilidades blandas obtenidas y a su experiencia, le permiten conocer el mercado y sus necesidades. Pero si ese abogado a su vez se nutre de conocimientos tecnológicos, seguramente podrá detectar posibles casos de usos para las tecnologías disponibles, y aplicarlas en su actividad profesional, o en lo que en definitiva elija hacer. Y en ese momento pasará de tener una actitud pasiva, de temor, o incluso simplemente de seguidor, a un rol activo en el procesos de transformación de la industria legal.
¿Crees que cualquier persona puede convertirse en un emprendedor?
Yo creo que cualquier persona que tenga las condiciones necesarias para ser un emprendedor puede y debe convertirse en uno. Ser emprendedor requiere de habilidades particulares que no necesariamente todo el mundo tiene y estoy convencido que están en el ADN.
Cuando uno detecta que las condiciones innatas para ser emprendedor están presentes, debe fomentarlas. En mi caso particular el haberme criado en una familia 100% emprendedora, me ayudó rápidamente a detectar mi espíritu y poder compartirlos y conversar como algo normal y habitual.
No hay que tener miedo.

El presente. Uaaloo.
Certronic tiene hoy más de 150 clientes, entre los que se encuentran empresas e industrias de diferentes tamaños de la mayoría de los países de latinoamérica (Chile, Perú, Uruguay, Paraguay, Brasil, Ecuador), y pasó de ser un software de control de empresas contratistas a una plataforma de gestión que a través de sus diferentes módulos permite una gestión integral de las nómina externalizadas.
Como novedad posterior, en plena pandemia, Francisco, junto a nuevos socios y su equipo lanzó una novedosa plataforma de Recursos Humanos diseñada exclusivamente para Pymes, Uaaloo (www.uaaloo.com), cuyo propósito es automatizar todas las tareas administrativas y rutinarias que mayor tiempo consumen y permitir al mundo pyme iniciar al proceso de transformación digital en el área de RRHH. Uaaloo lleva 6 meses en el mercado y más de 50 empresas ya lo están utilizando, y naturalmente, está 100% integrado a Certronic.