Imagine un automóvil, uno de ésos que salen en las noticias, de los que se manejan solos, sin volante.
Imagine un documento. Cuatro líneas redactadas por un “informático”, en su propio lenguaje, ininteligible para el resto de los mortales, pero sí para él, la computadora y el auto.
Imagine que ese documento refiere a una prenda sobre el vehículo, imagine que no se paga la cuota, que el documento le envía automáticamente un mensaje al rodado, que el motor no se encienda.
Imagine un poco más: pasadas 48 horas, con la deuda aún impaga, el documento informático envía un mensaje en lenguaje binario que dice algo así como: “auto, volvé a casa”.
Ahora, deje de imaginar. Eso existe, y no en la cabeza de Marthy McFly, el de la película “Volver al Futuro”, sino en toda una corriente que intenta instalar los contratos inteligentes en el mercado jurídico.