Por Leandro Matilla, socio de Matilla-Mingall Abogados
La pandemia mundial provocada por el Covid-19 y el consecuente A.S.P.O. requirió innovar, acompañar, cuestionar, proponer, solidarizarse, cambiar y transformarse en todas las actividades y aspectos de la vida personal y laboral.
Los profesionales de la abogacía estuvimos a la altura de las circunstancias: encendimos las notebooks en nuestras casas y supimos adaptarnos a los cambios que constante y rápidamente el Poder Judicial, los organismos administrativos, y especialmente, los clientes requerían.
Transitamos el A.S.P.O. ayudándonos y ayudando, intercambiando ideas, novedades, utilizando las herramientas para estar vinculados, rescatando a modo ejemplo el trabajo de la red federal pro-bono.
Los cambios han sido por un lado normativos, encontrándonos a diario con nuevas normas que en forma de decretos, disposiciones, acordadas, modificaban y/o prorrogaban anteriores. Y por otro lado, relacionados a lo tecnológico: audiencias virtuales, notificaciones por WhatsApp, digitalización de expedientes, diligenciamientos de oficios de manera virtual, etc.
Son de la “vieja normalidad” los expedientes en papel, las audiencias solo presenciales, las reuniones con colegas o clientes, sin utilizar plataformas remotas, las presentaciones de escritos en mesa de entradas, el diligenciamiento de oficios de manera personal, el trabajar únicamente en la oficina y descansar en casa.
Así entonces nos encontramos ante ésta “nueva normalidad del servicio jurídico”.
Ahora bien, ésta “nueva normalidad” no significa solo haberse adaptado al A.S.P.O., porque en ese caso, terminada la pandemia volveríamos a ejercer la abogacía como lo hacíamos antes.
Debemos entender que el cambio es disruptivo y no solo tecnológico.
La nueva normalidad nos interpela, nos demanda y exige mucho más.
Sería un error creer que el cambio sólo es utilizar nuevas herramientas digitales y adaptarnos a los procedimientos y trámites virtuales.
Claro que ese aspecto se encuentra comprendido y se impone como una necesidad en ésta nueva normalidad, pero no se agota allí. Se trata de un cambio de mentalidad y de adaptar el servicio jurídico a los nuevos paradigmas, a las innovaciones, a las nuevas herramientas, y especialmente a las nuevas necesidades de los clientes.
El mundo cambió y nuestros clientes y sus necesidades obviamente también lo han hecho.
La abogacía deja de ejercerse con excesivo formalismo. A modo de ejemplo, muchos hemos presenciado audiencias o reuniones estos últimos meses, donde la solemnidad que solía enmarcar tales actos se veía interrumpida por los gritos de un niño jugando, mientras el micrófono del Zoom estaba abierto, y para sorpresa de los más formales, eso no le quitaba disciplina ni profesionalismo al ejercicio laboral, de alguna manera podemos decir que se “humanizó” nuestro servicio.
No debemos temer a la nueva normalidad, a las nuevas formas. Debemos repensar innovando el servicio jurídico; en épocas donde abundarán los contratos preconfeccionados, donde cualquier ciudadano con solo preguntarle a Google cuál es el plazo de prescripción de un daños y perjuicios encuentra la respuesta, donde los clientes requieren agilidad sin perder seguridad, debemos entender que la nueva normalidad nos genera un enorme desafío.
La abogacía requiere formas más simples, ágiles, que prevea contingencias, o las resuelva con la mayor celeridad posible.
El home office, en gran medida ayudó a trabajar más descontracturado, más libre, priorizando el trabajo cumplido y su calidad, a la cantidad de horas que demandó.
En esta nueva normalidad la abogacía requiere ser espontanea, más cercana al cliente, expresarse con un lenguaje más claro, formas más simples, analizar el marco normativo dentro de este contexto difícil, cambiante, pero lleno de oportunidades.
Afortunadamente, hoy utilizando herramientas accesibles podemos afrontar ése nuevo desafío y brindar una asesoría jurídica estando presente en el día a día del cliente, colaborando con la rentabilidad de la empresa, con los distintos momentos y riesgos por los que atraviesa y de esa forma seguir entendiendo sus necesidades y acompañarlos en los requerimientos.
Ello nos permite no sólo actuar frente al conflicto, sino ejercer una función esencial como abogados, que es la de asesoramiento y prevención.
La nueva normalidad, implica un servicio profesional horizontal, interdisciplinario y complementario.
La horizontalidad genera trabajo en equipo, complementos, asociaciones, los estudios deben crecer y achicarse en función de los tiempos, de los proyectos, y obviamente en función del cliente.
Interdisciplinario implica que los estudios jurídicos debemos brindar un servicio integral, trabajando junto a profesionales de las ciencias económicas, ingenieros en sistemas, administradores de empresas, pensando más en el objetivo que en las formalidades excesivas, descontracturarnos para lograr el objetivo.
Finalmente, no podremos brindar el servicio que nos demandan nuestros clientes sin entender que los estudios jurídicos debemos complementarnos, los más grandes, los más chicos, las Big Law, New law, ALSP. No contratamos y subcontratamos, nos complementamos y adaptamos a las necesidades del cliente, a las nuestras, somos más transparentes.
Las herramientas y posibilidades que se están generando tecnológicamente son imprescindibles, pero están al servicio de concretar nuevas ideas, nuevos proyectos, nuevos servicios; no deben quedar y utilizarse solamente como herramientas para hacer más rápido o más cómodo lo que hacíamos antes.
El cambio no es informático, o al menos no solo eso; es mental y tiene a la informática como herramienta para exteriorizar ese cambio.
Obviamente la actualización constante, la formación y especialización académica, la investigación siguen siendo pilares de esta profesión, pero hay que agregar ahora la innovación y el convencimiento que hoy la abogacía se ejerce de manera interdisciplinaria y que el servicio debe ser integral, ágil y fruto de una gestión abierta y horizontal.
A pesar de tantos cambios, con vieja o nueva normalidad, no puede modificarse lo esencial de ésta profesión que es la pasión por el derecho, que hace que podamos brindar un servicio jurídico eficiente de calidad y asesorar con solvencia, sin dejar de lado el trabajo solidario. Los nuevos tiempos generan cambios y nuevas formas, pero el mismo amor por la profesión.
Todos los abogados y abogadas hemos leído los mandamientos del abogado, que nos dejó el notable profesor y jurista uruguayo Eduardo Couture. Avergonzado por la osadía, con humildad, respeto y a modo de corolario me permito ensayar un nuevo mandamiento que sería; INNOVA: Se generador de cambios que acompañen las nuevas realidades de los colegas, de los clientes, de la sociedad y de la justicia.