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Lo que la facultad no enseña

Lo que la facultad no enseña

Por Alejandro Grieco

Siempre fui muy apasionado y dedicado a mi trabajo, y sin saberlo pagaba un costo muy alto para alcanzar buenos resultados.

El año 2019 fue determinante para mí. Me resultaba muy difícil conciliar e integrar el trabajo con otros aspectos de mi vida. En ese entonces, era Secretario de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de Paraná.

Le dedicaba muchísimas horas, pero sentía que nunca era suficiente. Mi cabeza estaba llena de pendientes y me abrumaba la cantidad de decisiones que tenía que tomar todos los días, desde lo más operativo y rutinario a temas de alto impacto que me demandaban mucho desgaste intelectual.

Me costaba cumplir con las actividades que me proponía y planificar algo más allá del día a día, porque siempre aparecía una cosa nueva. En lugar de vivir de forma proactiva lo hacía reaccionando a los eventos que iban sucediendo y apagando incendios.

Tenía la impresión de no avanzar y de quedar atrapado como un hámster en la rueda, dentro de un círculo vicioso que me generaba mucha frustración al sentir que no era dueño de mi tiempo.

No aceptaba la idea de acostumbrarme a trabajar bajo presión, a ser una especie de pulpo con mil manos para complacer a todo el mundo y vivir en un piloto automático.

Por supuesto que mi cuerpo no fue ajeno a ese estilo de vida y el estrés crónico hizo lo suyo. Me sentía agotado, tensionado, ansioso y los dolores de espalda y cabeza iban en aumento.

Un día, cuando se acercaba el final de la feria de verano, comencé a sentir palpitaciones de solo pensar en volver al trabajo.

Ahí me preocupé. Tomé consciencia de que algo debía cambiar porque a la larga las consecuencias podían ser peores.

Finalmente, después de atravesar mandatos y creencias limitantes, junté coraje y con muchas dudas y miedo tomé la decisión de renunciar al trabajo y al sueldo seguro que tenía en Tribunales.

Una decisión de esas que cuestan, que son muy difíciles, pero fui honesto con lo que sentía y quería: una vida más libre, flexible y un trabajo alineado con eso.

Por supuesto que lo que siguió no fue fácil. Todo lo contrario. Fueron tiempos de mucha introspección y revolución emocional. Tenía claro lo que no quería, pero me costaba mucho conectar con mi futuro laboral.

Con el tiempo identifiqué que había ciertas habilidades que no tenía muy bien desarrolladas y que son muy importantes como: planificar, definir objetivos realistas, priorizar tareas (porque no todo es urgente), gestionar imprevistos, etc. En fin, liderar y hacer un uso consciente del tiempo.

A su vez, aprendí que en todo esto es muy importante conocernos, ya que la personalidad juega un papel muy transcendental. Tomar consciencia y hacerme cargo de mi lado más autoexigente, perfeccionista y controlador también fue un desafío.

Nada de eso me enseñaron en la facultad ni al ingresar en un trabajo. Percibo que siempre el interés está puesto en el desarrollo de las competencias técnicas (tan necesarias, por cierto), pero poca importancia se le da a la formación en planificación, organización del tiempo, gestión de emociones, de equipos, entre otros. En síntesis, no se enseña cómo trabajar.

La experiencia me ayudó a cambiar. Despertó mi interés y comencé a investigar y capacitarme en temas vinculados con la productividad laboral, desarrollo personal, neurociencias y hábitos.

Cuanto más leía y exploraba, más me apasionaban esos temas.

En el andar descubrí que podía integrarlos al mundo del Derecho y compartir mi vivencia con otras personas que resuenen con mi historia, para que puedan aprender a planificar, enfocarse en sus objetivos, optimizar al máximo su tiempo y descubrir los beneficios de la productividad.

El propósito es dejar de trabajar mucho más, para hacerlo cada vez mejor y en forma estratégica. Construir un sistema, un método, muy personal, que se sostenga en el tiempo, donde la mentalidad y la construcción de nuevos hábitos ocupan un rol clave.

Ser una persona productiva, para mí es dedicar menos esfuerzos para potenciar y obtener los mejores resultados y que a la noche nos invada esa sensación gratificante de satisfacción.

Hoy experimento los beneficios de planificar mi día, de enfocarme y guiarme por mis prioridades. Mi calidad de vida mejoró, me siento más  confiado y responsable del uso que le doy a mi tiempo.

Es un trabajo diario constante, pero es posible.

Contacto:

www.alejandrogrieco.com

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