Por Román Alberto Uez, Abogado, Magíster en Derecho Administrativo y Magíster en Tecnología, Políticas y Culturas.
El universo se expande en una constante trasformación de energía en materia y de materia en energía, a lo largo del tiempo. Este proceso ocurre en períodos y velocidades diferentes, según el tipo de materia y de energía.
Tratar de descifrar el código de esa transformación biológica, comprenderla y poder manipularla en nuestro interés, es un esfuerzo que venimos haciendo desde los inicios de la humanidad. Hemos utilizado los conocimientos adquiridos en esa búsqueda para desarrollar artefactos, máquinas o sistemas de software y hardware que emulan el funcionamiento de estructuras biológicas.
Así, nos lanzamos a crear todo tipo de artefactos, máquinas y sistemas que nos faciliten la vida sin interrogarnos sobre si la vida fácil es saludable, sin darnos cuenta de que cada objeto innovador que simplifica nuestras tareas físicas o intelectuales implica que una capacidad biológica disminuirá, en el mejor de los casos, o desaparecerá.
En este proceso abandonamos nuestros cuerpos, el principal soporte de nuestra existencia física, intelectual y espiritual y olvidamos que el desarrollo de las capacidades físicas e intelectuales es el principal medio para nuestra realización personal, material y espiritual.
Nuestras capacidades biológicas son el origen de todas las innovaciones tecnológicas pero también el sustento de nuestra salud, educación, bienestar y felicidad.
Por eso, es más importante mantener nuestro cuerpo saludable y con capacidades al máximo que seguir creando máquinas que nos complementen por más geniales que ellas sean. Sin cuerpo saludable, no hay innovaciones.
El templo biológico dado al nacer por el universo para acompañarnos en toda nuestra vida debe ser cuidado, mejor diría, venerado. Destruirlo o degradarlo es ingratitud hacia el universo o hacia Dios, si alguien te presta un auto para un viaje, en tu recorrido, ¿le pondrías a propósito el combustible equivocado? ¿No le agregarías agua sí levanta temperatura? ¿Elegirías los caminos más descuidados?
Nuestro cuerpo es el vehículo biológico para nuestro viaje vital.
Hace años que el capitalismo financiero impone modalidades de alimentación, medicina, educación, trabajo e incorporación de tecnología en nuestras vidas para favorecer las economías de escala, la velocidad y rentabilidad de los mercados financieros, que son destructivos de nuestro cuerpo y mente.
Destruir el ser humano es destruir el capitalismo, sin seres humanos alimentados, sanos, educados, con trabajos dignos, dispuestos a consumir de manera saludable y razonable, no hay capitalismo. Ciudadanos enfermos, ignorantes y adictos son la materia prima perfecta para el autoritarismo o pseudo- democracias y los fraudes financieros de todo tipo.
¿Por qué no se podría obtener rentabilidad de una vida con tiempos ordenados que respete las velocidades y tiempos de los cuerpos y de la epistemología que brinda seguridad al consumo?
Organizar el modo de vida sin otorgar el tiempo adecuado para el cuidado del cuerpo, de su alimentación, salud, educación y con horas de trabajo razonables, priorizando la velocidad y la rentabilidad, es generar las condiciones para la enfermedad, la ignorancia, la depresión, la ansiedad y las adicciones. Pero cuando se dan estas condiciones, en vez de volver a respetar los ciclos de la naturaleza, elegimos crear un nuevo mercado para que abastezca de productos que oculten el síntoma y nos permitan seguir produciendo.
Para lograr un capitalismo sustentable debemos hacer el uso adecuado de nuestra energía corporal y del modo en que utilizamos el tiempo.
Todos somos amos y esclavos en las relaciones sociales y económicas que enfrentamos a diario, pero nunca deberíamos perder el poder de ser el amo sobre nuestro cuerpo y tiempo, en el manejo de estos dos factores de forma equilibrada esta la fórmula de un ser humano, familia, y sociedad sana y feliz. Cuanto menos opresivo sea el sistema productivo para el cuerpo y los tiempos, más productividad y creatividad se logrará.
Los cuerpos y mentes fatigados, ansiosos, depresivos, mal alimentados y enfermos no pueden estudiar ni producir, no son eficaces ni para hacer tareas repetitivas. El bienestar es el partero de la creatividad y ésta la madre de la productividad. Sin bienestar no hay productividad sostenible.
Las innovaciones tecnológicas deben liberar la energía y el tiempo de los humanos, sin destruir sus capacidades biológicas esenciales, para que ellos recuperen el poder para disponer de su energía y su tiempo y usarlos para mejorar sus capacidades biológicas y el estado de bienestar de sus existencias.
La libertad y el poder sobre uno mismo son difíciles de ejercer: la comodidad de obedecer contrasta con el trabajo de pensar e investigar las opciones que tenemos para decidir.
La creación de las sociedades con el descubrimiento de la agricultura y el dictado de normas de convivencia, nos ha acostumbrado a que alguien decida por nosotros sobre nuestra conveniencia. El orden y la seguridad de esos tiempos requerían uniformidad de las decisiones. Por ello, se nos educó más para obedecer que para pensar cuáles son nuestras mejores opciones de vida.
Además, el sistema social se fue organizando para que el poder de decisión individual fuera sumamente escaso. Las formas de producir y los discursos del poder bajaban línea sobre cuál era el modo de vida aceptable, validada por una ciencia y tecnología que mostraban resultados eficientes, debido a estar regidos por una epistemología muy rigurosa, que hoy está puesta en crisis por la velocidad y rentabilidad de los mercados financieros.
Es imperioso educar a los niños y jóvenes para que logren volver a pensar en cómo usar su libertad para cuidar sus cuerpos, sus mentes, su energía vital y su tiempo presente.
Hay que enseñarles a elegir un alimento adecuado escuchando su cuerpo, a darse tiempo para su sanación, a no tomar medicamentos porque sí, a no evadirse del dolor con drogas legales o ilegales, porque ningún problema es tremendo o fatal, todo tiene paliativo o solución con tiempo y resiliencia. Es fundamental transmitirles la importancia de recuperar la fe en uno mismo, en el camino para salir adelante, que el esfuerzo y el sacrifico son algo disfrutable, no desagradable.
El disfrute está en el camino, no en el logro del objetivo: cuando realizaste un gran esfuerzo físico o intelectual y lograste tu meta, ¿notas una gran satisfacción, paz interior y sensación de bienestar? En esos momentos tomamos con conciencia del poder que reside en nosotros. Es necesario promover el ejercicio físico y los alimentos saludables que sanan, la educación y el cultivo de la mente permiten librarse de la ignorancia que es la progenitora de las malas elecciones. Cuanto más educados, mejores elecciones de vida podremos realizar, porque tendremos a nuestra disposición mayores opciones de elección.
Ésta es la fórmula del uso del tiempo presente para construir un futuro venturoso.
Ser nuestro propio amo no es fácil: la comida chatarra, la medicina fácil que oculta síntomas, las drogas legales e ilegales, las redes sociales, el juego en línea, los programas educativos, los programas de salud, el entretenimiento deportivo y musical, todo está organizado para el consumo irresponsable y dañino. Todo ello está diseñado para destruir nuestra energía vital, nuestro tiempo presente y robar nuestros datos para controlar nuestras elecciones. Mientras más aturdidos y confundidos, más vulnerables somos.
¿Cuántos jóvenes no conocen el sol y el aire puro de una mañana de domingo haciendo actividad física? ¿Y el bienestar y la claridad mental que nos deja luego de realizarla? Atiborrar el cuerpo y la mente de sustancias y música a todo volumen o estar todo el tiempo deslizando el dedo en redes mirando vidas ajenas, es desperdiciar tu energía vital, regalar tu tiempo presente y tus datos para el control de tus elecciones.
El ser humano de hoy debe ser instruido para poder decidir de manera consciente sobre los riesgos que le plantea la vida moderna, como sostiene Urlich Beck[i].
Ante el abandono del rigor epistemológico impuestos por los mercados financieros a favor de la velocidad y la rentabilidad, estamos un poco obligados a examinar con detalle cada elección de consumo para evitar daños y volver a ser conscientes de nuestro poder de elección y de su impacto sobre nuestra energía vital y tiempo presente.
Pero este cambio de perspectiva debe estar acompañada por una tarea imperiosa que deben realizar la sociedad y los gobiernos, en esfuerzos conjuntos, sólo de esta forma construiremos un futuro saludable y soberano.
[i] Urlich Beck, “La sociedad del riesgo – Hacia una nueva modernidad”, Editorial Paidos, España, 1998.