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29 de agosto
Día del Abogado

El 29 de agosto se celebra en la Argentina el día del abogado en conmemoración del nacimiento de Juan Bautista Alberdi.
La práctica de la abogacía está atravesando, posiblemente, la época de mayores cambios de su historia.
La tecnología, el managemet, la inserción de las nuevas generaciones y varios temas más, han sido la excusa para convocar a prestigiosos profesionales del medio para que compartan su visión acerca de cómo atraviesan los cambios, desde el comienzo de su carrera profesional, hasta hoy.
También quisimos que haya un espacio para que los abogados puedan rendir homenaje a aquellos maestros de la profesión que los marcaron en su carrera.
Sin más preámbulos, los invitamos a conocer los testimonios de los protagonistas de la práctica del derecho actual.

Diego Andrés Alonso / Socio / BULLÓ Abogados

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Me recibí en el año 1999 pero empecé a recorrer tribunales en 1994. Parece impensable pero hay que aclararlo, como lo hago con mis hijos adolescentes, salí del colegio secundario habiendo tenido estenografía y mecanografía. No había celulares para sacar fotos o apps para escanear documentos o whatsapp para comunicarse (imagen y video) y enviar o recibir archivos. El gran invento, luego, fue tener un escáner portátil (incómodo y muy lento).
Mi experiencia, que es mayormente de abogado de litigios, es recorrer muchísimos juzgados, bajo condiciones climáticas adversas, haciendo filas interminables para ver expedientes –pero antes para utilizar los ascensores- (y, a veces, si tenías que ver muchos expedientes, volver a hacerla o tener fila especial que no era VIP justamente). ¿El récord? Seis horas de cola para iniciar una amparo del corralito el último día en que ello podía hacerse. Hojas eternas, manuscritas, con las novedades de cada expediente (con sus propias cicatrices de café, lluvia, tinta, etc.). La dificultad de los expedientes que no aparecían en letra, ni en ningún lado, habiendo un agujero negro de novedades a informar y la presión –lógica- del abogado que llevaba el caso. Corridas para llegar con cargos dos primeras, peleas por la fecha y la hora del cargo.
Es decir, ¿qué cambió? Cambió todo lo que puede ahora hacerse digitalmente, en forma remota. Y todo acelerado al máximo por la fuerza mayor de la Pandemia. Escritos que pueden presentarse remotamente, sin correr, sin colas. Intercambio de escritos o de acuerdos con firma digital. Si vas a los juzgados, podés ir tranquilo a tratar de conversar con alguien. No desaparecen los expedientes. Hasta audiencias remotas puede haber. ¿Eso es bueno o malo? Es distinto y es mejor, según mi criterio, en muchos aspectos, principalmente en el ahorro y uso más eficiente del tiempo. Es también un nuevo desafío porque no solo es la práctica tribunalicia lo que cambió, sino también las nuevas tecnologías aplicables.
¿El futuro de la abogacía? Por una parte, en cuanto a la dinámica, me parece que lo que ya está presente y que terminará de acomodarse pronto, es trabajar con mucha flexibilidad. Muchos abogados volviendo a la presencialidad pero en formatos mixtos, que es como también trabajan sus clientes (sea cual fuere la escala). Si bien, en lo personal, creo que es necesario seguir en contacto presencial (por formación, por intercambio de ideas, por relacionamiento), el trabajo se orienta más a la obtención de resultados que a cumplir horarios en un lugar determinado. De esa manera se facilita el aprovechamiento del tiempo para el uso personal de cada uno. Hoy considero que se valora mucho ese aspecto de la vida personal y laboral y es una de las prioridades para estar contento en un trabajo o para considerar un cambio. Por otro lado, el futuro ya llegó e implica capacitarse en las nuevas tecnologías disponibles (de data analytics). Por ahora suenan lejanas pero no lo están. ¿Habrá en algún momento tanta automaticidad que se perderá trabajo? Sin dudas habrá trabajos que serán templates muy precisos, habrá memos que surgirán luego de análisis de datos que a un abogado le llevaría mucho tiempo o que suplirán la experiencia de años de batallar pero, al final del día, algún abogado tendrá que orientar, coordinar, revisar, decidir o firmar.
La confianza en un abogado no creo que se modifique; siempre será necesario un ida y vuelta con alguien en cuyo criterio se confía.

El abogado que más me marcó e influyó
No voy a ser original y diré en relación a este punto que el abogado que más me marcó e influyó fue mi padre. Si bien dedicado a otra rama del derecho, trabajé cinco años cerca de él mientras estudiaba y lo vi manejarse con los clientes, con los colegas, con los empleados de los juzgados y con los jueces. Lo vi atravesar momentos difíciles y gratificantes desde lo profesional.
Me dejó, como marca, justamente su reacción a esos momentos, el respeto a todos, la contención al cliente, la pelea con enjundia cuando hay que darla y, principalmente y ante todo, la honestidad.

Estefanía P. Balduzzi / Consejera de Derecho Societario / PAGBAM

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En mi opinión, la práctica de la abogacía tuvo dos grandes acontecimientos que marcaron la manera de ejercer el derecho en las últimas décadas: por un lado, el desarrollo tecnológico e informático, y, por otro lado, la pandemia que sucumbió al mundo dos años atrás. Si bien no he presenciado los inicios de la computación, es cierto que, año a año, década tras década, el desarrollo de la tecnología y nuevos softwares han permitido la simplificación del acceso a la información y el conocimiento, y la sistematización de la información recibida; herramientas que facilitan ampliamente la tarea de cualquier profesional.
Ahora bien, era impensado imaginar por allá, a fines del año 2019, que casi dos años después estaríamos transitando el inicio de una nueva era en el ejercicio de la profesión. La pandemia nos obligó a tener que adaptarnos velozmente a la nueva realidad; a una realidad que prescindía de la presencialidad. Creció exponencialmente la utilización de la firma digital y electrónica para la firma de documentos legales y contratos, y se implementó la legalización digital de firmas en la mayoría de los colegios profesionales que aún no lo habían implementado. Asimismo, las plataformas virtuales cobraron un protagonismo sin precedentes: reuniones de equipo internas y con clientes desarrolladas íntegramente por videoconferencia, audiencias realizadas por medios virtuales, clases de grado y posgrado, reuniones de directorio y asambleas a distancia; el home office, y una catarata de leyes, decretos y resoluciones administrativas. Se ha evidenciado, incluso de manera reciente, una mayor presencia de las empresas, organismos públicos y estudios jurídicos en las redes sociales, que permite compartir el trabajo llevado a cabo en cada uno de esos ámbitos.
Probablemente todo aquello que encontraba cierta resistencia por parte de ciertos actores públicos y también privados cedió ante la necesidad de continuar ejerciendo nuestra profesión. Nos permitió entender que una mayor modernización dentro del estado, las empresas y los estudios jurídicos es posible, y nos ha permitido eliminar ciertos prejuicios y flexibilizar la rigidez de nuestra profesión. A mi entender, la clave para el futuro será armonizar la práctica virtual con la presencial, la que también por supuesto tiene sus beneficios.
Y esto nos lleva a tratar de comprender qué es lo que necesitan nuestros clientes de sus asesores legales hoy, y qué es lo que valorarán en el futuro. Es cierto que, como se dice, “abogados hay muchos”, y he tenido la posibilidad de trabajar a lo largo de estos años con excelentes profesionales. Entiendo que la clave, para el presente y también para el futuro, va a seguir siendo la preparación y la capacitación continua. Como decía mi padre cuando estaba cursando en la universidad: “un profesional no deja de estudiar nunca”. Y es cierto. Los abogados tenemos el derecho-deber de actualizar nuestros conocimientos constantemente. Pero también creo que los clientes buscarán un asesor que no solamente conozca de derecho, sino que también los apoye en sus negocios y logre generar un vínculo de confianza. Muchas de las cualidades de los abogados que presiento los clientes más valoran, son las que no se enseñan en la universidad o en los libros, y que ciertamente no podrán ser fácilmente replicadas con softwares especializados en el futuro. Y ello, en mi opinión, consiste en que el abogado pueda generar un vínculo de fidelización con su cliente, generando la confianza necesaria para que esa persona o empresa elija confiar el negocio de su vida o un litigio importante en sus manos, y no en las de otro profesional. Ese vínculo y esa empatía serán difíciles de ser sustituidos en el futuro, aún con los prototipos de inteligencia artificial que hoy se encuentran desarrollando y dicen ser prometedores. Creo que esa esencia, ese valor agregado, no podrán ser fácilmente reemplazados.

Suma de experiencias
A lo largo de este camino no sería justo elegir una única persona que haya influido en mi pasión por el ejercicio de esta profesión. Creo que somos una suma de las experiencias que vivimos. Probablemente los valores que mi familia me ha inculcado sean lo más valioso que destaque de la persona que soy hoy. Llegué a PAGBAM con muy poca experiencia, y hambre de aprender. Y por ello puedo afirmar que terminé de moldearme como profesional en el estudio al cual elijo pertenecer desde hace más de ocho años. Siempre creí que el conocimiento se construye en equipo, e intento ser fiel a ese principio.

Federico Becerra / Socio / Becerra Abogados

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Me recibí en el año 2006. Pasaron 16 años, que en cualquier actividad sería una eternidad, pero sin embargo en la práctica de la abogacía no se produjeron los cambios esperables, al menos en algunos aspectos de la actividad.
Para ser justos, el análisis habría que dividirlo en dos; por un lado, la práctica judicial, el litigio ante los tribunales (en mi caso, los tribunales penales). Y, por el otro, la relación del abogado con el cliente.
Respecto del primer punto, los avances fueron a cuentagotas y todavía la modernización es una cuenta pendiente. Recién hace menos de dos años, y solo por la urgencia y necesidad generada por la pandemia, se cumplió con la básica y reclamada digitalización de los expedientes e informatización del proceso. Cuesta creer que en 2020 los abogados todavía hacíamos presentaciones escritas que se recibían con un sello de tinta manual. Parece cosa del siglo pasado.
Paralelamente, los abogados, especialmente los que brindamos servicios a empresas, fuimos avanzando a un ritmo mucho más vertiginoso, acompañando los cambios del mundo corporativo.
La principal diferencia que yo veo en la práctica de mi actividad, en comparación con mis inicios en la profesión, es que el abogado especialista en Derecho Penal pasó a ser cada vez más un consejero más habitual para el hombre de negocios o la empresa.
El Derecho Penal en Argentina (y en el mundo) continúa introduciéndose cada vez más en la regulación de las actividades comerciales y civiles, ya sea a través de la creación de nuevas figuras delictuales como de normas de derecho administrativo sancionador. Esto obliga a las empresas y a los particulares a asesorarse en la materia a la hora de planificar su esquema de negocios o alguna operatoria en particular.
En especial en coyunturas como la actual, en la que se incrementa la regulación y se pretende utilizar la amenaza penal como herramienta de la política de turno. Basta con mencionar, a modo de ejemplo, que cualquier actividad que implique el movimiento de capitales hacía o desde el país al exterior, estará escrutada por la ley penal que regula el régimen de cambios. Del mismo modo, el cambiante y cada vez más confuso esquema tributario también obliga a evaluar las acciones en función de las figuras penales que establece el régimen penal tributario. Y lo mismo cuenta para las puntillosas exigencias que atañen a los sujetos obligados a informar por la ley de lavado de activos o las nuevas responsabilidades establecidas por leyes específicas de responsabilidad penal de las empresas.
Desde ya que son normas que existen hace muchos años, pero su utilización y la complejidad de las normas extra penales que la conforman es cada vez mayor.
Respecto a la relación con los clientes, veo que cada vez más se nos pide un asesoramiento ágil, claro y pragmático. En mi visión, quien nos contrata cuenta cada vez con más información. Por lo tanto, nuestro trabajo pasa por decodificar esa información, traducirla para el cliente y para el caso en particular, de modo que quien nos consulta pueda tomar una decisión de la manera más segura posible.
Los abogados no somos gurúes que conocemos una receta secreta, sino más bien nos veo como intérpretes de las normas y de un procedimiento legal específico. Nuestro rol es acompañar el cliente y asesorarlo en la toma de decisiones de su negocio, su actividad o su vida diaria.

La marca de los primeros años
Fueron varios los abogados que recuerdo que me marcaron en los primeros años de la profesión. Primero debería nombrar a los jueces para los que trabajé en mis años de en el Poder Judicial; Adolfo Calvete y Alberto Baños principalmente.
Luego, no puedo olvidar al fallecido Roberto Durrieu (padre), quien me contrató por primera vez para ejercer como abogado de la matrícula. En su Estudio hice las primeras armas en la actividad privada y aprendí la responsabilidad que implica el brindar un asesoramiento legal y la integridad con la que debe hacerse.

Andrea V. Cajaraville / Gerente de Producto y Contenido / ERREPAR +

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Recibida allá por el año 2000, muchas cosas eran diferentes en aquel momento. Por empezar no existía el Código Civil y Comercial Unificado. Estudié toda la carrera leyendo los códigos por separado. Y por aquel entonces ni escuchábamos hablar de la unificación. Tal vez y solo de pasada, algunos anteproyectos e iniciativas eran nombrados en clase, como antecedentes que no habían avanzado. La unificación vino también a integrar normativa valiosa que había sido sancionada a través del tiempo satelitalmente en diferentes leyes.
Cambios sustanciales en el derecho de familia, en los derechos personales, en los derechos patrimoniales fueron receptados en este nuevo código y muchas cosas comenzaron a cambiar. Comenzamos a hablar de conceptos tales como “persona humana”, “uniones convivenciales”, “divorcio express”, “compensación económica en el divorcio”, “voluntad procreacional” “adopción unipersonal” y tantos otros términos que hoy están instalados en en el lenguaje jurídico pero que eran hasta entonces desconocidos en la profesión.
Otro cambio importante al que hubo que hacer frente fue el de aprender a referenciar nuevamente los artículos con la nueva numeración del código tras la unificación.
¿Quién no pensaba automáticamente en el artículo 1113 del Código Civil al hacer alusión a la responsabilidad objetiva? ¿Qué número de artículo era ahora? ¡Había que estudiar todo de nuevo!
Aunque hice casi toda mi trayectoria laboral trabajando en contenidos legales, editoriales y empresas de servicios de información profesional, donde nunca faltaron cambios y reformas en materias sobre las que editar libros y contenidos digitales en general, recuerdo especialmente aquella época de la unificación, como un momento muy movilizante de la profesión, de la justicia y del rubro editorial. ¡Cambiaba la biblioteca completa! Se iniciaban proyectos de obras colectivas, códigos comentados y anotados debían volver a editarse y doctrinarios consagrados se ponían en marcha para reescribir sus obras, asignando capítulos a distintos especialistas. Artículos, doctrinas, publicaciones, cursos y capacitaciones. Incluso años antes de la entrada en vigencia, las universidades daban en sus programas el viejo código -aún vigente- y preparaban a los futuros abogados también enseñándoles el nuevo código unificado que empezaría a regir inminentemente.
El mundo jurídico y editorial sintió el cimbronazo y abrazó el cambio. Las ediciones se multiplicaron por varios miles en esos años, como también los suscriptores se volcaban en busca de respaldo sobre estos cambios, al mundo las membresías de plataformas digitales, bases jurídicas de información y servicios de soluciones para profesionales, como aquellos en los que desarrollé todas mis experiencias laborales.
Como abogada, puedo decir que el camino laboral y desarrollo profesional han sido para mí -como mínimo- diferentes y bien sui generis. Entrar en el mundo de los contenidos, marcó mi carrera de una manera particular. Todo lo relativo al proceso de la gestión y la edición de contenidos jurídicos, sus mundos asociados al diseño, al marketing particular del sector, a las relaciones públicas con autores y hasta al mundo de la programación, la inteligencia artificial en buscadores y todos los negocios asociados a la información profesional, no hubieran sido posibles para mí, si allá por 1999, en pleno auge de las .com, no se hubiera cruzado en mi camino la posibilidad de entrar en este maravilloso mundo, que me hizo dejar de lado para siempre cualquier idea previa de dedicarme a la profesión en términos tradicionales.
El litigio y la profesión tradicional, definitivamente no eran para mí. Pero cuando me preguntan, digo con orgullo que soy abogada porque gracias a ello encontré mi vocación y propósito profesional. Y estoy segura que, como yo, hay muchos abogados dando su toque personal en distintas áreas en las que desarrollan sus trabajos.
Por supuesto, la pandemia también cambió la profesión, pero esto pasó ¡con casi todas!
De repente el funcionamiento digital de la Justicia fue posible, después de tanto debatir sobre el tema sin nunca implementarlo, luego de ver por años expedientes de papel apilados en los pisos y pasillos de los juzgados, de repente el expediente electrónico se hizo realidad, y la Justicia virtual llegó para quedarse.

Otro camino
No hay abogados en mi familia, tal vez por eso, y siendo la primera en todo el árbol familiar, de manera espontánea y decidida no dudé en dar los cambios de timón necesarios para hacer mi camino en el mundo profesional alejado de los carriles tradicionales.
Pero trabajando en la industria de los contenidos para el sector jurídico, desde muy temprana edad me tocó la maravillosa experiencia de poder conocer a las personas, detrás de los nombres de aquellos libros con los que yo misma había estudiado.
Conocerlos, tratarlos a nivel humano, es una de las marcas más grandes que me dejó esta profesión. Mis recuerdos a grandes maestros que pude conocer, además de leer, como Atilio Alterini, Juan Carlos Cassagne, Ricardo Lorenzetti, Cecilia Grosman, Daniel Sabsay, Aída Kemelmajer, entre tantos otros.

Federico Carnicero / Socio / Dres. Carnicero (Mar del Plata)

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Durante el secundario hice un curso de dactilografía en Pitman y practiqué no sólo con la Lexikon 80, sino con la famosa Commodore 64 y una Sinclar 2068 hasta que, a pesar de mi oposición, mi hermano y mi amigo Emiliano la prendieron fuego al unir un cable cortado y mezclar positivo con negativo.
Sin embargo, cuando ingresé al estudio de mi padre en los 90 en la práctica forense sólo existían las máquinas de escribir. En el estudio teníamos una IBM eléctrica (que conservo) que permitía borrar e incluso tenía memoria que posibilitaba guardar los encabezamientos de los escritos y algún párrafo que se usara con frecuencia. Era una novedad a punto tal que –y ya a esta altura puedo contarlo- el recurso extraordinario que hicieron los abogados de Carlos Monzón fue transcripto en el estudio con esa máquina porque no existía una mejor.
Ya cuando me recibí en 1996 teníamos algunas PC con impresoras a chorro de tinta. Detestábamos las odiosas impresoras de matriz cuyo ruido me molesta de tan solo mencionarlo.
Desde entontes y por muchos años no hubo grandes cambios. Recuerdo las insoportables colas de mesa de entradas (aunque por suerte hice pocas), listas de cada Juzgado con las carátulas de los expedientes que tenían resoluciones recientes, pilas de papeles que llegaron a fracturar las columnas del edificio de tribunales de Mar del Plata, expedientes cosidos a mano, fotocopias básicas en el estudio, corridas a la fotocopiadora, mucho teléfono fijo, búsquedas de doctrina y jurisprudencia en libros y publicaciones varias, visitas frecuentes a bibliotecas, zambullidas en los
insoportables índices de La Ley y el Derecho, etc. Apenas cambió un poco cuando pocos años antes del 2000 aparecieron los primeros CD de jurisprudencia.
Luego la aparición de internet y el auge del E-mail trastocaron por completo la forma de comunicación con los clientes y colegas, pero no modificaron la práctica profesional de manera sensible.
Los primeros cambios notorios comenzaron no hace tanto en la era digital con la informatización de gran parte de la actividad. Desaparecieron las colas y las fotocopias y comenzó la extinción de los procuradores.
Lo demás es historia conocida y actual: revolución digital, despapelización y virtualidad.

El futuro de la abogacía
No soy un experto, así que lo veo a través de los ojos de quienes sí lo imaginan y lo estudian.
Estará plagado de muchas palabras y conceptos en inglés: Big Data, IA, Machine Learning, Legaltech, Legal Operations, Legal Design Thinking, Legal Process Improvement, Legal Project Management, Predictive Analytics, Blockchain, etc.
Asimismo, por supuesto, Upskiling en todo sentido, porque los abogados necesitarán muchas más “habilidades no legales” que antes en materia tecnológica, personal, social, organizacional, comercial, interdisciplinaria, etc.
Está claro que el modelo “I” centrado exclusivamente en el conocimiento académico hace tiempo mutó al de “T Shaped Lawer” y después al “Delta Model Lawer”, todos aceptados como superadores. Veremos en los próximos años qué tan acertado será la propuesta de Dan Kayne y su “O Shaped Lawer”, pero sea como sea, el abogado estará destinado a salir de la zona de confort y contar con múltiples destrezas ajenas al derecho en sí mismo. Confío en que en ese proceso se rescate al “abogado artista” del que habla Ángel Ossorio en el “Alma de la Toga” por contraposición al jornalero del derecho.

Familia y entorno
Fueron varios. Mi padre. Desde niño me hizo vivir intensamente el mundo de la profesión de abogado. Me contaba de sus juicios con detalle y vehemencia. Nunca practicó eso de no hablar del trabajo en casa. Invitaba frecuentemente a abogados y autores destacados y me hacía participar de los almuerzos y cenas. En su momento no lo valoraba tanto, pero asumo que aunque sea por ósmosis aquellos encuentros me marcaron. Me enseñó a no temerle a los funcionarios, ni a los abogados renombrados y así lo hice desde el primer día. De él heredé creatividad e ingenio, pero sin duda fue su tenacidad la que estampó en mi carácter. Cuando murió, Roberto Berizonce me dijo que era “un abogado sin par a quien doblarle el brazo se convertía en tarea imposible”.
Diego López Olaciregui, que escribe como un verdadero artista, me impregnó una versión distinta del estilo forense y unas pocas semanas de trabajar bastaron para que para siempre adoptara un modo de escribir mucho más desacartonado, claro y simple que lo en ese momento pensaba yo debía ser. Los años demostraron que su “contagio” era el camino indicado ya que hoy nadie discute la necesidad de que el lenguaje jurídico sea claro, fácil y moderno.
Y un párrafo aparte para Julián Arturo de Diego, quien me hizo incursionar en el derecho laboral empresario y su generosidad me llevó a adentrarme de lleno en una rama del Derecho que veía distante y de la que hoy disfruto.

Santiago Carregal / Chairman / Marval O’Farrell Mairal

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Yo me recibí en el año 1984. En ese momento no existían las computadoras, no había smartphones ni teléfonos celulares, ni mucho menos internet, correo electrónico, redes sociales ni WhatsApp. Trabajábamos con máquinas de escribir mecánicas y unas pocas IBM eléctricas. Las comunicaciones con el exterior eran por Telex y nadie esperaba que la respuesta a la consulta ocasional fuera en el mismo día. Se trabajaba mucho, pero todo era más lento y tal vez menos eficiente. Los estudios jurídicos se administraban en forma menos sofisticada y el trato entre los abogados era mucho más formal. El marketing de servicios legales estaba mal visto, la contratación de abogados era hecha por los propios socios y no existía una gerencia de RRHH que trabajara en la atracción y retención de talento para los estudios jurídicos. En general, la práctica de la profesión era más reactiva y se esperaba que los clientes se acercaran al estudio. Los estudios eran más pequeños y los abogados teníamos que ser más versátiles para cubrir varias ramas del derecho, pues no había tantos especialistas.
En resumen, en esencia, lo que hacemos no ha variado: aconsejamos a nuestros clientes para resolver, mitigar o cuantificar el impacto de una variable jurídica dentro de la matriz de una decisión económica. No obstante, la forma en que ejercemos la profesión ha variado enormemente. Para mejor.

El futuro de la abogacía

Hay una gran discusión en el mundo legal acerca del impacto creciente de la tecnología en la práctica de la abogacía y de la viabilidad de la profesión en el largo plazo. Hay visiones fatalistas que auguran el fin de la profesión y otras más optimistas, a las que adhiero, que creen que la esencia de la profesión, el consejo criterioso con mirada holística y base multidisciplinaria y la representación y estrategia legal en pleitos sofisticados nunca podrá ser reemplazada por la tecnología.
Sin embargo, la tecnología tendrá un impacto cada vez más determinante en la profesión, y los programas de inteligencia artificial, la práctica de Legal Operations, es decir, los servicios legales con base tecnológica y la automatización de procesos harán que tareas rutinarias y con poco valor agregado desaparezcan o sean reemplazadas íntegramente por la tecnología. La clave estará en la adaptabilidad y agilidad para el cambio, y nuestra la actitud frente a la tecnología: verla como una extraordinaria aliada y nunca como una amenaza. Los abogados tendremos que seguir adaptándonos al mundo que nos rodea para poder seguir brindando un servicio de calidad a precios razonables que agregue valor a nuestros clientes. Si el mundo que nos rodea cambia más rápido que nuestras organizaciones, estaremos en problemas.

Interactuar con extraordinarios abogados
Creo que sería injusto nombrar un solo abogado como el que más influyó en mi carrera. Tuve la suerte de interactuar con muchísimos extraordinarios abogados, que me enseñaron mucho y de los que aprendí algo. Pero si tuviera que nombrar a los que más me marcaron a lo largo de mi carrera, nombraría cinco. Julio Fernández Mouján, por su bonhomía y su capacidad para hacer que todos brillen a su alrededor; Juan Cambiaso, por su capacidad de anticiparse a los acontecimientos y su arte para hacer que las fuerzas centrípetas en una organización superen a las centrífugas; a Héctor Mairal, por su meticulosidad, su capacidad de trabajo y su incansable entusiasmo; a John Millard, por sus consejos sobre la mirada empresaria del ejercicio de la profesión, y a mi padre, Mario Carregal, por su criterio jurídico y por su amor por el derecho y por el conocimiento en general. En todos ellos hay elementos comunes: la humildad, la generosidad intelectual y la inexistencia absoluta de soberbia. Son próceres del derecho, pero te escuchan con atención como si fueran tu alumno. No tienen una mentalidad enjuiciadora. Cuando comenten un error no buscan un culpable en él o en los demás, sino que averiguan lo que pasó y tratan de corregirlo. Son curiosos e inquietos, tienen mentalidad de principiante. No los moviliza la comodidad ni el agradar a los demás, sino el amor por hacer las cosas bien.

Luis Denuble / Socio / DENUBLE LAW (NEW YORK)

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Me recibí de abogado a mediados de la década del 90. Apenas antes de recibirme fui meritorio en un Juzgado Comercial y en otro Civil y Comercial Federal. Recuerdo las horas que pasaba por día cosiendo con aguja e hilo los escritos en los expedientes judiciales. Hoy parece mentira.
Era la época en la que empezaban a coexistir las computadoras en los escritorios de los funcionarios con más rango con las máquinas de escribir todavía usadas en las audiencias y por el resto de los empleados.
Recuerdo que en esos tiempos el tamaño de las bibliotecas de los Estudios Jurídicos era considerada una métrica de su sofisticación.
Los avances tecnológicos han permitido de alguna manera emparejar y democratizar el acceso a las distintas fuentes del derecho. Es así como hoy un Estudio Jurídico chico o un abogado independiente pueden tener las mismas plataformas digitales jurídicas que los grandes Estudios y estar en condiciones de brindar el mismo servicio de excelencia.
Ya el maestro Eduardo Couture en el siglo pasado había dicho que el abogado debía Estudiar porque el derecho se transforma constantemente y si no se estudia, se es cada día un poco menos abogado. Quizás como nunca ese primer mandamiento del Decálogo del Abogado tenga semejante contundencia y vigencia como en nuestros días.
En lo personal, la práctica del derecho ha cambiado sustancialmente. Hace nueve años que ejerzo la abogacía en New York y esta etapa estuvo llena de desafíos profesionales. Nuevo ordenamiento jurídico, Bar Exam, mercado laboral hipercompetitivo, creación del propio Estudio, actualización constante a través de cursos de Continuing Legal Education, y luego de la pandemia, trabajo remoto o en su caso híbrido que, manejado adecuadamente, me ha permitido alcanzar ese balance tan buscado entre vida personal y profesional.

El futuro de la abogacía
No cabe dudas que el ejercicio de la abogacía hoy requiere de un profesional que no solo conozca la regulación legal vigente sino que también se involucre y comprenda adecuadamente el negocio del cliente.
Es necesario también que el abogado entienda y domine tecnología, inteligencia artificial, manejo de bases de datos, programación, marketing, finanzas, entre otras disciplinas, porque su interacción multidisciplinaria con los responsables de estas áreas es ya moneda corriente. En este sentido, creo que la formación del abogado tradicionalmente ha estado encorsetada a lo estrictamente jurídico pero la realidad se impone y hoy las demandas son distintas.
Las escuelas de derecho necesitan aggiornarse e innovar, introduciendo en sus carreras de grado y postgrado, materias que no sean estrictamente jurídicas y que permitan dar una formación más integral.
Por otra parte, el futuro de la abogacía lo veo atravesado por la tecnología en dos sentidos: uno positivo ya que ésta podrá mejorar la eficiencia del profesional en cuanto a los tiempos de entrega y, otro negativo, en el que seguramente se necesitarán menos abogados ya que una buena parte de las actividades básicas serán reemplazadas por la tecnología.
Sin embargo, las habilidades blandas o soft skills serán cada vez más buscadas y valoradas. Las habilidades comunicacionales claras y precisas en forma oral y escrita, el manejo de las relaciones interpersonales y la generación de confianza con el cliente serán vitales. En la misma línea, la inteligencia emocional, la gestión de las emociones, el pensamiento crítico y la creatividad serán cualidades claves para desarrollar que difícilmente puedan ser reemplazados por la tecnología.
Como vemos, el panorama es complejo, lleno de incertidumbres y retos, pero hay algo que es seguro y es que mundo legal seguirá evolucionando. Estar atentos y ser resiliente a esos cambios parece ser la mejor actitud.

Mi mentor
El abogado que más me ha marcado en mi carrera fue Luis Fernando Nogues. Fue mi mentor hace casi 25 años en una etapa muy importante de mi trayectoria dentro del querido Estudio Noetinger & Armando. Lo conocí hacia el final de su carrera. Un tipo con mucha disciplina, autoexigente, con una pluma precisa y convincente. Gran organizador de equipos y líder indiscutido. Contagió siempre su pasión por la práctica del Derecho. Muy riguroso a la hora trabajar y más generoso aún a la hora de festejar. Solía decir “Quien bien trabaja, bien debe comer”. Un grande.

María Agustina Fanelli Evans / Socia / O’Farrell

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Si bien el sector legal suele ser calificado como más conservador, desde que me recibí (mayo 2000) he sido testigo de numerosos cambios en el ejercicio de la profesión, gracias a la incorporación de la tecnología que ha modificado tanto la forma de trabajar como el vínculo con el cliente.
En el ejercicio propio de la profesión la tecnología vino a aportándonos herramientas para mejorar la búsqueda de información (novedades, normativa, jurisprudencia, doctrina, nacional e internacional), para abandonar los archivos en soporte papel e implementar herramientas digitales que permiten una mejor administración de archivos y facilitan el acceso a los documentos desde cualquier lugar y cualquier dispositivo digital. Estas herramientas también han agilizado los procesos y mejorado el trabajo en equipo.
En los últimos tiempos la tecnología también está siendo incorporada por el Poder Judicial y los organismos públicos facilitando la tarea de los profesionales al permitir que la mayoría de los trámites puedan ser realizados virtualmente como el sorteo de causas, las presentaciones judiciales o administrativas, audiencias, la consulta de los expedientes, la toma de vista, las notificaciones, el envío de carta documento, el pago de tasa de justicia o depósitos judiciales, etc.
Con relación al vínculo con el cliente, en los últimos veinte años el acceso a los mails a través del celular, el chat, las reuniones virtuales, linkdin, entre otras herramientas de comunicación, han permitido que el profesional esté más accesibles para el cliente y que el dialogo sea más dinámico.
El ejercicio de la abogacía, al igual que el resto de las industrias, ha sido fuertemente impactada por la tecnología y los abogados y abogadas debemos continuar desarrollado habilidades tecnológicas para convivir en un entorno cada vez más digitalizado.
Otra transformación importante es el esquema híbrido de trabajo, en donde se permite combinar días presenciales con días de trabajo remoto, realidad que permite compatibilizar mejor el trabajo, con la familia, el deporte y los proyectos personales.

El futuro de la abogacía

La abogacía es cada vez más global, más tecnológica y más digital. Uno de nuestros desafíos es trabajar para permitir que la tecnología empiece a transformar nuestro modelo de negocio, teniendo claro que estas herramientas deben ser implementadas para crear valor a nuestros clientes y lograr eficiencias en nuestros procesos.
El trabajo del abogado y abogada en un estudio jurídico es cada vez más una tarea más compleja; además de continuar perfeccionándonos en nuestras áreas de especialización, debemos trabajar también para desarrollar habilidades de liderazgo, de gestión, de comunicación, de marketing, de desarrollo de negocios.
Cuando ejercemos la abogacía en un estudio jurídico tenemos que trabajar por ofrecer cada día un mejor servicio a nuestros clientes, entendiendo su negocio y buscando soluciones innovadoras. Los problemas de las empresas son cada vez más complejos, y el cliente espera un profesional proactivo, mas que reactivo a su consulta. Hay que trabajar para adelantarnos a los problemas, ayudarlos a detectar riesgos y reducir costos.
También tenemos el desafío de lograr que nuestra propuesta de trabajo sea cada vez mas atractiva para los jóvenes que están estudiando derecho. Los nuevos profesionales tienen otras expectativas. Debemos trabajar para ser más flexibles, estar pendientes de su formación y crecimiento profesional, garantizando su participación activa en los proyectos, pero logrando que todo ello sea compatible con su vida familiar e intereses personales.

Entender el negocio
Considero que son varios los abogados que han marcado mi carrera, especialmente los socios y ex socios de O’Farrell.
Como ingresé al estudio, apenas me recibí, todos los socios con los que tuve el placer de trabajar han influido en mi formación profesional. De ellos aprendí la necesidad de entender el negocio del cliente, de estar siempre informado, atento no solo de las novedades jurídicas y jurisprudenciales, sino también a las situaciones políticas y económicas que pueden impactar en la actividad del cliente, para poder advertirles los riesgos y proponer soluciones creativas. Ellos me enseñaron a brindar un servicio de calidad, agregando valor al cliente.

Matías Ferrari / Socio / Cerolini & Ferrari

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Desde mi graduación de la carrera de derecho en la Universidad de Buenos Aires, hace ya más de quince años, considero que la forma en la cual se desarrollan los servicios vinculados a la abogacía han cambiado sustancialmente en varios aspectos que pueden observarse tanto en relación con los clientes, así como con los equipos internos que forman parte de los estudios.
Como primer punto, me parece importante destacar que hoy los clientes dividen los servicios prestados por los estudios jurídicos básicamente en dos grupos:
(i) aquellos a los cuales se los considera como algo más cercano a un commoditie, respecto del cual sienten que no les brinda un diferencial sustancial para su actividad, pero que no dejan de ser necesarios para el día a día (por ejemplo, asesoramiento en materia de defensa al consumidor, litigios ordinarios, o confección de contratos simples), y (ii) aquellos servicios que les agregan valor a su actividad, es decir aquellos que acompañan el crecimiento y supervivencia del negocio frente al contexto en el cual están inmersos (tal es el caso de las prácticas como compliance, litigios complejos, o contratos complejos).
Asimismo, y si bien no es algo novedoso, la demanda de servicios legales cada vez requiere de una mayor especialización de los abogados, lo que se tradujo en el nacimiento de nuevas áreas de practica diferenciadas, como es el caso de los asesores avocados a la industria fintech o al financiamiento de compañías start ups.
Por otra parte, la prestación de servicios legales está migrando cada vez más fuerte hacia la digitalización, y como prueba de ello puede destacarse que hoy en día los abogados litigamos en un 100% de modo digital, y las audiencias presenciales dejaron de ser la norma para pasar a ser la excepción.
En otro orden de ideas, las dinámicas internas de los equipos de trabajo de los estudios jurídicos han cambiado drásticamente con el arribo de los millennials y centennials. Dichas generaciones provocaron un cambio de paradigma en el cual conceptos como el overnight o el trabajo como foco principal de la vida quedaron obsoletos, sin por ello entender que ha mermado el compromiso laboral de dichos integrantes.
En esa línea, los abogados mayores de 40 años nos enfrentamos al desafío de profundizar los procesos de horizontalidad dentro de nuestros equipos, atender a las necesidades individuales de sus miembros, y promover ambientes de trabajo cada vez más amigables, lo cual exige de una mayor aplicación de habilidades blandas al desempeño de nuestra labor. Desafortunadamente, nuestra generación no fue previamente formada para implementar los cambios antedichos, y -para la industria legal- la puesta en marcha fue más abrupta que en el caso de otro tipo de empresas pertenecientes a ecosistemas más agiornados a los tiempos actuales.
Como último aspecto a destacar en lo que hace a como cambió la práctica legal, me parece muy relevante destacar el cambio de paradigma en relación al marketing en los estudios jurídicos. Sin dejar de ser el contacto cara a cara una forma única de relacionamiento con los clientes, las redes sociales, las conferencias virtuales y, hasta incluso en ciertos casos el e-commerce, han pasado a ser una de las principales herramientas para lograr dar a conocer que hacemos las firmas de servicios legales.
En línea con lo hasta aquí expresado, creo el futuro de la profesión transitará una profundización cada vez mayor de los aspectos antes descriptos.
Es decir, sin lugar a dudas, se incrementará el uso de nuevas tecnologías como herramientas para la prestación de los servicios, ya sea por medio de software de gestión o inteligencia artificial, a lo cual se le adiciona el soporte de nuevas áreas dentro de los estudios que no están conformadas necesariamente por abogados, pero que tienen como eje colaborar con la digitalización o las actividades de marketing.
Adicionalmente, los abogados continuarán formándose en materias relacionadas con el liderazgo y el coaching a los fines de atender a las nuevas dinámicas internas de trabajo, lo cual es condición necesaria para atraer y mantener talento en sus firmas.
No obstante, todo lo arriba mencionado, lo que no va a cambiar es la relación de confianza que nos une con nuestros clientes. Sin dudas, los lazos personales de confianza con las personas que nos contratan seguirá siendo más allá del paso del tiempo, el principal factor a cuidar para lograr un crecimiento sostenido de nuestras firmas.

Martín Granero / Vicepresidente / el Dial / Editorial Albermática

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Todo cambió desde que me recibí allá por el 2004… desde los expedientes cocidos a mano, visitar diariamente los tribunales para ver expedientes -esperando que estén “en letra”-, dejar “nota” martes y viernes en el libro de notas, si “no estaban en letra”, hacer colas y colas… y pensar que ahora es casi todo online!
Pero lo que más me apasiona es lo que se viene… o ese futuro que ya está entre nosotros… Ya Richard Susskind hace varios años venía diciendo que la profesión del abogado va a cambiar radicalmente en el futuro, por lo menos en tres maneras: por un lado, un cambio de actitud del lado de la demanda de parte de los clientes o futuros clientes, pidiéndonos más resultados por menos honorarios…. Por otro lado, los abogados competiremos con “no abogados” por el mercado de servicios jurídicos, como por ejemplo Google, lugar donde varios desean recibir asesoramiento jurídico sin consultar… a un abogado! y, por último ya existen sistemas legales con inteligencia artificial, con el uso de grandes bases de datos jurídicos y con programas de computación con habilidades cognitivas, es decir capaces de pensar por sí mismos siendo capaces de aprender, y de tomar sus propias decisiones…
Todo esto nos hace pensar en la posibilidad no muy lejana de predecir tendencias futuras de los fallos judiciales, sumado a que los cambios tecnológicos son cada vez más exponenciales, sobrevolando el fantasma del “abogado virtual que nos va a sacar trabajo”.
¿Esto significa el fin de la abogacía? Para nada, pero quizás sea un cambio del concepto de abogado como hoy –y desde hace mucho tiempo…- nos identificamos. Las nuevas tecnologías y inteligencia artificial en particular, nos ayudarán mucho, permitiéndonos ser más productivos y eficaces en nuestras tareas y a menor costo, poniendo en peligro el trabajo de los abogados que no se adapten rápidamente a las nuevas reglas del juego tecnológico.
Por otro lado, seguramente las nuevas tecnologías también harán necesarios nuevos roles para los profesionales del Derecho, como por ejemplo serán necesarios analistas de riesgos jurídicos, legal project managers, gestores de contratos inteligentes que combinen conocimientos jurídicos con informáticos, económicos o estadísticos y muchos más.
Para ser competitivos en el día de mañana, además de saber Derecho y entender la tecnología, tendremos que desarrollar habilidades que las “máquinas” nunca podrán hacer, como ser la equidad, la negociación, la creatividad, la empatía, el relacionamiento con el cliente, la contraparte y el juez, la resolución de conflictos, entre otras.
Por ejemplo: supongamos que una herramienta de análisis predictivo nos dice que, en un caso determinado ante un juez identificado en una jurisdicción en particular, la probabilidad de un resultado exitoso es del 60%. Esa predicción en realidad no le dice al abogado o al cliente lo que deberían hacer en la realidad.
Justamente requiere que un profesional use su propio juicio para asesorar al cliente, intentando comprender las necesidades del cliente -conteniéndolo-, indicando una estrategia a seguir, conversar con quienes “llevarán” el expediente en caso de ser necesario y hasta negociar sus honorarios! Los abogados del futuro necesitaremos contar con una comprensión íntima y continua de cómo identificar y utilizar las soluciones que nos brinden los sistemas inteligentes para así satisfacer las necesidades de nuestros clientes sabiendo evaluar las fortalezas y debilidades relativas de determinadas soluciones.
No nos olvidemos que nuestra profesión es un servicio, y para estar a disposición de quien nos contrata de la mejor manera posible, nos vamos a tener que capacitar y adaptarnos a la nueva realidad! Que desafío!

Familia de abogados
De padres y abuelos abogados, elegí estudiar Derecho porque siempre me interesó las miles anécdotas que me contaban de los casos que habían tenido y de la fuerza que tiene la profesión cuando unís: servir a la gente, solucionar sus problemas, y por sobretodo, cuando, por fin, la búsqueda de la Verdad y la Justicia llegan. Tuve la suerte de contar con mis padres durante mis estudios y en los momentos de mis inicios en la profesión. Fue gracias a ellos, por los cuales elegí esta hermosa profesión e influyeron en mí en cada etapa de la misma.

Valeriano Guevara Lynch / Socio administrador / ALLENDE & BREA

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En mi visión, la práctica de la profesión de abogado cambió significativamente desde que yo empecé a trabajar hace ya más de 30 años en Allende & Brea. Estos son los cambios que yo he experimentado.
Primero, la aceleración de las comunicaciones con la aparición del e-mail a mediados de los años noventa, implicó una mucho mayor fluidez e inmediatez entre los abogados y nuestros clientes, especialmente cuando los abogados y clientes están en diferentes ciudades, países y continentes. Las reuniones presenciales fueron haciéndose menos frecuentes con el tiempo hasta que hoy en día son muy poco frecuentes. El asesoramiento vía email, teléfono, WhatsApp, mensajes de voz, video conferencias u otros medios electrónicos han ido ganando terreno lentamente con los años a tal punto que hoy ya todos estamos muy habituados y se han convertido en la norma.
Segundo, como resultado de la inmediatez en las comunicaciones entre abogados y clientes, la informalidad y la practicidad en el asesoramiento legal a nuestros clientes se han visto cada día más valoradas, concentrándonos en lo más relevante y no tanto en cuestiones legales abstractas que muchas veces tienen escaso efecto en la realidad de las empresas y las personas. Los extensos memos son mucho menos usados, si bien hoy subsisten y son muy útiles para casos particulares que los requieren por la naturaleza del tema en estudio. Hoy nuestros clientes prefieren que les demos nuestra opinión por teléfono o por email o por cualquier otro medio que pueda ser analizado rápidamente pero que tenga la misma contundencia en las conclusiones que el extenso memo. Como sabemos, el mundo funciona velozmente y el management de las empresas necesita tomar decisiones en tiempo real sobre la base de asesoramiento legal en tiempo real también.
Tercero, ciertas áreas de práctica del derecho que tiempo atrás tenían menor impacto en los negocios de las empresas han ido mutando con el tiempo y se han convertido en áreas de mucha relevancia para las empresas. Áreas como Defensa de la Competencia, Anticorrupción, Protección de Datos Personales, Ciberseguridad, tienen un impacto concreto en el negocio de las empresas y están en la agenda de los gerentes de legales y el management y directorio de todo negocio maduro. Los gobiernos de la mayor parte de los países han legislado por primera vez, o en caso de que tuvieran legislación existente, han modificado y modernizado las leyes sobre estos temas. En lo que nos toca a los abogados, todas estas áreas requieren de un alto nivel de especialización de los asesores que se dedican a estudiar, brindar consejo y litigar sobre estos asuntos.
Por último, en los últimos dos años, como resultado de la pandemia, la práctica de la profesión ha sufrido el cambio quizás más acelerado y generalizado de los últimos tiempos. Si las reuniones presenciales se habían ido reduciendo, luego de la pandemia han quedado limitadas a su mínima expresión, si las videoconferencias se estaban empezando a utilizar más, hoy son el método preferido de comunicación entre clientes y abogados y trabajar desde diferentes lugares, oficinas, ciudades u hogares se ha convertido en una práctica generalizada cada día más habitual e instalada.
De cierto modo, todos estos cambios en la práctica de la abogacía fueron consecuencia directa o indirecta de la rápida evolución tecnológica del mundo en general, de las empresas, de la vida de las personas y del funcionamiento de los estudios de abogados. Creo que el futuro de nuestra profesión seguirá experimentando cambios aún más profundos también como consecuencia de cambios tecnológicos que aún son incipientes y que no han impactado con toda su fuerza. El más relevante a futuro, será la aplicación de la inteligencia artificial a la práctica de la profesión. Sin duda mejorará y profundizará el análisis legal de manera exponencial y requerirá de los abogados adaptarnos a esta nueva realidad de manera creativa.

David Mercado
El abogado que más influyó en mi carrera fue David Mercado, socio de un estudio de Nueva York para quien trabajé luego de mis estudios de posgrado en Estados Unidos hace ya más de 20 años. Su método de enseñanza no fue explicarme cómo hacer las cosas. Aprendí
de David, trabajando juntos, codo a codo, en reuniones, en conferencias telefónicas con clientes, preparando contratos o memos juntos, corrigiendo lo que yo preparaba, empujándome a tomar protagonismo
en las reuniones y los llamados con clientes y estar de soporte en caso de que necesitara él complementar con alguna opinión. Digamos que aprendí por ósmosis.

Cecilia Lanús Ocampo / Directora de la carrera de Abogacía / Universidad del CEMA

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Cambios en la enseñanza del derecho
¿Qué cambió? Desde que cuando me recibí a mediados de los 90 a hoy muchísimo… y el gran cambio y lo más importante su aceptación es en los últimos años. Siglos de clases magistrales y pizarrones en la enseñanza del derecho. En estas breves líneas lo puedo sintetizar en la frase de “De la tiza y pizarrón a la enseñanza del Derecho en entornos virtuales”. Imaginando mucha más innovación disruptiva en los años venideros.
La pandemia covid -19 respecto de la enseñanza y en particular para los abogados, fue de un gran catalizador y acelerador. Todos aquellos que nos acercábamos y mirábamos la tecnología venidera tímidamente y con cierto celo. De pronto las clases pasaron a un ámbito áulico virtual (sea zoom, meat, teams, blackboard, etc)
Esas primeras clases en virtualidad fue la primera aproximación a darnos cuenta que la tecnología está allí al alcance y no llegábamos a verla. Así empezó el camino transformador de muchos docentes y casas de estudios. Para ese entonces la tecnología fue un gran socio, nos permitió no solamente trabajar sino fundamentalmente aprender nuevas formas de enseñanza.
Hace aproximadamente 5 años Legal Tech, Big data, machine learning, blockchain, Smart contracts, criptomonedas, criptoactivos, tokens, NTF, legal Hub, tecnologías analíticas e inteligencia artificial se habían incorporado de modo incipiente en seminarios, conferencias y doctrina.
Hoy vemos la evolución de desarrollos tecnológicos como van estandarizando determinados servicios jurídicos repetitivos y sencillos. El asesoramiento online, estandarización y automatización de procesos.
Aún en el campo de la enseñanza hay mucho por y para hacer, trabajar en habilidades e incumbencias con la mirada puesta en el hoy y los años venideros. Desde una visión interdisciplinaria, tecnológica, trasnacional e internacional con foco en la creatividad e innovación.
La profesión del abogado nos conduce indefectiblemente a pensar creativamente, a investigar, a razonar de modo diferente y desarrollar prototipos que nos permitan mejoras en las tareas profesionales, entender preferencias de los clientes a fin de lograr soluciones alternativas con miras a ofrecer un mejor servicio legal, prevenir problemas, originar patrones y pronósticos para predecir resultados de problemáticas jurídicas, litigios y legislar en situaciones novedosas.
Entiendo que los abogados, directivos, profesores y estudiantes de la carrera de abogacía han comprendido la relevancia de la transformación digital para el ejercicio de la profesión y la evolución de su carrera profesional.

El futuro de la abogacía
Desde el lugar que en este momento ocupo, la dirección de la carrera de abogacía de la Universidad del CEMA te digo que estamos “hoy” educando a los futuros abogados con estándares y parámetros del pasado para las nuevas formas de la praxis legal impregnada y dominada por la tecnología.
Es un inmenso desafío para la visión de quienes diseñan las estrategias de enseñanza y su implementación. ¿Cómo cambiamos el rumbo de las practicas legales de Clínicas y consultorios jurídicos universitarios a la practica en incubadoras de tecnologías legales (legal Hub Tech)? ¿Cómo incorporar a la praxis del derecho a la tecnología? ¿Cómo llevamos adelante la formación en competencias digitales? ¿Cómo eliminar la brecha de inclusión tecnológica, acceso y conocimiento? ¿Cómo adaptar la enseñanza al futuro, a las nuevas necesidades que hoy ni imaginamos?
Entrenar en estos tiempos al abogado del futuro donde la innovación será la clave de la competitividad del mercado jurídico es el gran reto. Y está puesto en enseñar aprendiendo a innovar. Adoptar la tecnología para prestar un servicio mejor por parte de los operadores jurídicos.
Para aquellos agoreros que sostenían que la profesión del abogado en el futuro entraba en una etapa sombría de una profesión en extinción, lamento desilusionarlos. El presente es uno de los tiempos más interesantes para el estudio de la abogacía, se observa mucha innovación legal por delante, el derecho y la práctica necesita de ávidos y creativos abogados para diseñar el futuro de la abogacía.
Nuestro desafío en la gestión educativa y como profesores es la formación de los estudiantes nativos digitales en abogados digitales y tecnológicos para la Argentina del futuro.

Grandiosos profesores
Tuve la oportunidad de ser formada por grandiosos profesores tanto en grado como posgrado. Un gran profesor es aquel que contagia entusiasmo por su disciplina como si fuera la materia más importante y la única (…aún recuerdo el rigor y la exigencia). Como muchos saben mi pasión es el derecho financiero y mercado de capitales, permítanme agradecer en particular a los Profesores Dres. Raúl Aníbal Etcheverry; Julio César Otaegui (In memoriam) y Alfredo Morles Hernández (In memoriam). Todos ellos fueron por demás generosos en compartir sus enseñanzas, alentar y animar en ser hacedor del derecho y también acompañar en acontecimientos jurídicos organizados.

Las opiniones vertidas en el presente trabajo son exclusiva responsabilidad de la autora y no reflejan la opinión de UCEMA.

Ignacio Martín Meggiolaro / Socio / MBP Partners Abogados

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Nuestra profesión es una práctica dinámica y cambiante, que -como muchas otras profesiones- se desenvuelve en coyuntura política y económica cambiante y bajo marcos regulatorios extremadamente mutantes. En ese contexto, emergen constantemente nuevos negocios y desarrollos con necesidades jurídicas nuevas o diferentes. Eso justamente es una de las cosas que más me apasiona del ejercicio de la profesión, el cambio constante y el movimiento; variables que nos obliga a encontrarnos permanentemente actualizados, codearnos con colegas y clientes y absorber nuevas prácticas y tendencias como si fuéramos estudiantes eternos.
Cada época o cada momento tiene algo de nuevo en la práctica de la profesión. Cuando me recibí no hablábamos de compliance ni de anticorrupción, tampoco de fintechs, openbanking, data protection ni siquiera de energías renovables, industria del cannabis o hidrógeno verde. Hoy todas esas prácticas ya son cotidianas
e, inclusive, muchas de ellas equiparables con cualquier práctica más tradicionales e instaladas.
También las formas de comunicarnos o relacionarnos van cambiando en el largo del tiempo conforme la sociedad se va transformando. Avances tecnológicos, deconstrucciones sociales y nuevas formas de expresarnos, también tienen su impacto en el ejercicio de la profesión.
Por eso y a la pregunta de qué cambió en la práctica de la profesión desde que me recibí, diría que casi todo. Cambiaron las prácticas según los nuevos negocios y marcos regulatorios que emergen. Cambió la forma de comunicarnos y dar respuesta a nuestros clientes, donde la tecnología juega un rol clave en la inmediatez del contacto abogado-cliente. Cambió la forma de presentarnos como profesionales, no es el mejor atuendo formal y zapatos los que nos hace mejores abogados. Cambió el rol del abogado corporativo, quien es más un socio de negocios cercano que un gran dotado de retórica jurídica, excelso escribiente y leguleyo. Cambió la presencia de varios grupos en el ejercicio de la profesión, irrumpiendo con firmeza en un espacio históricamente masculino, cis-género y heteronormativo.
Cambió casi todo y casi todo también seguirá cambiando. Entonces el desafío está en acompañar el cambio, pero con la firmeza de mantener inmóviles nuestros compromisos con el ejercicio de la profesión y nuestros valores al relacionarnos con clientes, colegas y equipos de trabajo.

Abogados que influyeron en mi carrera
Varios y en distintos momentos según los espacios en los que fui transitando como abogado. En la época de la facultad, Adolfo Coronel Villaba (profesor de Derecho Romano) quien me transmitió la pasión por lo académico. Luego Jaime Fernández Madero y Lao Olmos, quienes me mostraron el rol del abogado corporativo. Estando en Pampa Energía, Romina Benvenuti quien me aportó una mirada práctica y de negocios al ejercicio de la profesión. En mi paso por Cleary, Chantal Kordula y Francesca Odell de quienes observé una forma distinta de ejercer la profesión en Estados Unidos. Además y sin dudas, mi socia Victoria Bengochea con quien nos embarcamos en el lanzamiento de nuestro estudio y todos los días nos retroalimentamos en aprendizajes y enseñanzas.

María Fernanda Mierez / Socia / Beccar Varela

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Si me pongo a pensar en el rol que yo veía en el abogado al momento recibirme y lo que veo fue cambiando, es el rol que fue adquiriendo el abogado.
Es decir en la época en que estudiaba y si uno miraba la función del abogado (incluso por estar influenciado por películas de Hollywood), es el rol del abogado litigante. Es más, uno imaginaba en esos juicios orales que finamente en la mayoría de los casos luego no se daban, ya que todo el expediente judicial en la mayoría de los fueros tramita y tramitaba en esa época por escrito. Es decir que lo que prevalecía era el rol del abogado seteado para el conflicto y si bien está en nuestra naturaleza y en nuestro rol profesional, el permitir el ejercicio de defensa (propio de nuestro derecho constitucional), de cada una de las partes que asesoramos quizás no estaba tan arraigado este rol, más de negociador.
Ya en los últimos años de mi carrera tuve la oportunidad de cursar una materia que era muy novedosa en ese momento que era “Resolución Alternativa de Disputas” y por primera vez, por lo menos para mí, tome conciencia del rol de mediador, de la instancia de negociación previa a iniciar cualquier conflicto tan valiosa y tan beneficiosa que puede hacer ahorrar muchos recursos a las partes involucradas y darse una chande de una instancia previa antes de llegar al juicio.
Creo que ese diferencial que yo pude ver en la Universidad con este rol “alternativo” que podría cumplir el abogado, fue el puntapié inicial de lo que luego en mi carrera pude experimentar. Es decir un rol del abogado mucho mas ampliado y comprometido con la sociedad toda. En este sentido el rol del abogado, como asesor de negocios, entiende las principales barreras legales para que los clientes puedan desarrollar sus proyectos, siendo creativos y pensando en estructuras jurídicas que puedan servir para el complimiento de sus fines.
Mismo en la cantidad de áreas que el abogado puede aportar conocimiento y asesoramiento legal, se fue ampliando en los últimos años volviéndose cada vez mas especifica y permitiendo el desarrollo de especialidades desde el arbitraje: derecho de la salud (Lifescience), derecho financiero, derecho societario, de propiedad intelectual, tributario, laboral (más vinculado a los Derechos Humanos y Empresas), de protección de datos, compliance, de las finanzas tecnológicas (Fintech), asesoramiento en temas ESG, (Sociales, ambientales y de Gobernanza), medioambiente y cambio climático. Sumadas a los asesoramientos más tradicionales como contencioso, penal, civil y comercial.
Lo que siempre decimos es que la sociedad comienza a desarrollar ciertos comportamientos y luego viene el derecho a ponerle ese marco de legalidad, esas reglas de juego claras para que cada parte involucrada pueda alcanzar su plenitud de desarrollo.
Un tema que también fue adquiriendo más y más protagonismo, y en las nuevas generaciones mucho más; es el asesoramiento de materia Pro Bono (permitiendo el acceso a la justicia de los mas postergados). Involucrarse en este tipo de temáticas permite a todos los abogados el poder brindar a la sociedad todo, ese tesoro tan valioso que tenemos, que es el monopolio de acceso a la justicia.

Valores para aprender
Mis profesores de la UBA de Derecho con su dedicación y esa vocación docente, me han transmitido el valor de enseñar y es lo que hago día a día con los miembros de mi equipo, el compartir el conocimiento tan valioso.
Si tuviera que elegir a alguien ya dentro de mi carrera profesional elegiría Damian F. Beccar Varela, abogado de excelencia, excelente ser humano, el que marco el ADN del Estudio Beccar Varela (que este año cumplimos 125 años), con unos valores impresionantes y con una austeridad y humildad solo digna de los grandes. Él nos enseño a amar y a honrar nuestra profesión. Palabras aparte y un recuerdo muy especial por su don de gente y persona integra a Ricardo V. Seeber con quien trabaje desde mis inicios en Beccar Varela.

Natalia Mingall / Socia / Matilla-Mingall Abogados

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El ejercicio de la abogacía sigue siendo tan apasionante como siempre, y no mermo el relevante lugar que ocupa esta profesión en la sociedad y en la defensa del estado de derecho.
Como sabemos la práctica, la manera en la cual se presentan escritos, se diligencian oficios, se procura un expediente, se realizan tramites, se modificó, basta con expresar que aun quedaban algunas maquinas de escribir cuando comencé a dar mis primeros pasos en algún estudio y que ahora como sabemos hasta las audiencias son virtuales.
Si se me permite recordaré con nostalgia la relación personal que la procuración diaria generaba, las charlas en algún café cercano a los Juzgados, hacer catarsis con un colega en una larga cola de un Juzgado o intercambiar experiencias con otro.
El principal cambio en la practica viene de la mano del avance tecnológico y de las nuevas herramientas y con esto se modificó la práctica profesional.
Las distancias se acortaron, y los abogados y abogadas debemos brindar un servicio jurídico diferente.
No esta alejado de la realidad decir que cualquier abogado o abogada puede desde el lugar en el que se encuentre asesorar a un cliente o llevar un expediente judicial a pesar que esté a varios kilómetros de distancia.
Es este cambio el que requiere hoy que los estudio jurídicos brinden un servicio jurídico mas personalizado, cercano, disponible e innovador, que procure utilizar esas herramientas al servicio del cliente.
Otro cambio en la practica profesional es que hoy los abogados y las abogadas, debemos interactuar más con otras profesiones para brindar el servicio que espera el cliente, especialmente en el ámbito del derecho corporativo; el derecho debemos ejercerlo de una manera interdisciplinaria.
Celebro estos cambios, la abogacía post pandemia cambió aceleradamente, a modo de ejemplo puedo comentar que hoy en nuestro estudio continúa trabajando en el estudio una colega que por motivos personales se mudó y vive a cientos de kilómetros, y sus tareas no se han visto modificadas, y trabajamos día a día de manera coordinada.
El ejercicio, la practica profesional cambió, pero la dedicación, pasión y vocación que la abogacía requiere son las de siempre y eso es lo importante.
Los tiempos, las formas, las practicas se modifican rápidamente y el principal cambio considero es estar atento a las novedades, transformaciones e innovaciones, la abogacía actual requiere adaptarse e ir mejorando continuamente; se nos presenta un desafío constante.
En el futuro veo a la abogacía abarcando y asumiendo nuevas incumbencias, de la mano justamente de interactuar con otras profesiones y disciplinas, veo una abogacía más globalizada, que competirá con plataformas pero considero que a pesar de los avances tecnológicos deberá seguir siempre buscando la manera
de personalizar el servicio jurídico.

Más de uno
Más de un colega me ha marcado durante mi profesión, por eso me resulta imposible nombrar uno solo. Un breve recorrido por 20 años de profesión, me lleva a mencionar que recién recibida, con la sola experiencia en un estudio – aunque importante de la ciudad de Campana- donde dí mis primeros pasos acompañada
por los Dres. Sergio Baigorri y Pedro Modarelli, fue la Dra. Laura Brun quien me enseñó la disciplina y el orden para trabajar en grandes estructuras como es el estudio Bullo. Ello me preparó para luego trabajar varios años como abogada interna en Legales de Swiss Medical donde el Dr. Andrés Aznar y el Dr. Roberto Vázquez Ferreyra influenciaron mi devenir profesional. Finalmente, el Dr. Leandro Matilla, mi socio y esposo, es una gran influencia, contagiándome el amor y la vocación por esta profesión.

Santiago Monti / Socio / Tanoira Cassagne Abogados

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El ejercicio de la abogacía ha cambiado mucho desde que me recibí, a tono con la nueva forma de hacer negocios y las nuevas necesidades de la empresa. Aunque parezca increíble, cuando me recibí, en 1998, todavía se usaba la máquina de escribir, ir a tribunales implicaba perder largas horas haciendo colas en mesas de entrada, los expedientes se cosían, y el fax estaba en su apogeo. Los abogados dedicaban la mayor parte del tiempo a la redacción de extensos escritos o contratos, utilizando un vocabulario que, cuanto más técnico y pomposo, era mejor visto. Los clientes en ese momento iban mucho a los Estudios para consultar a los abogados; las cuestiones legales eran un terreno dominado exclusivamente por los abogados.
Puedo mencionar varios aspectos que han cambiado sustancialmente: a) los tiempos, b) las formas, c) las herramientas tecnológicas, d) el enfoque y e) la forma de trabajo de los estudios.
Con relación a los tiempos, tal como ocurre con las transacciones comerciales y los negocios en general, la inmediatez es un signo de esta época, que también caracteriza a nuestra actividad. El abogado debe responder de forma mucho más rápida, adaptándose a las necesidades de los clientes que así lo demandan.
En línea con los tiempos, las formas han debido adaptarse. La comunicación debe ser mucho más clara y efectiva. Los documentos u opiniones son más breves; el cliente no quiere saber todo el fundamento técnico que respalda la opinión legal, simplemente quiere una respuesta concreta a sus inquietudes, para poder tomar decisiones para las cuales cuenta con poco tiempo.
Las herramientas son totalmente distintas. Los nuevos canales de comunicación y las nuevas herramientas tecnológicas (celulares y computadoras cada vez más sofisticados, aplicaciones, software, etc.) han influido sustancialmente en nuestra actividad, eliminando ineficiencias, simplificando la búsqueda de información y permitiendo la preparación de documentos y el seguimiento de trámites (judiciales y administrativos) de forma mucho más ágil.
El enfoque profesional también ha cambiado. La opinión experta no puede estar despojada de la realidad concreta del negocio del cliente, de su cultura y de sus necesidades. El abogado actual está llamado a recomendar la mejor solución, considerando los riesgos asociados a cada alternativa.
Finalmente, la forma de trabajo y la cultura de los Estudios exitosos también ha cambiado mucho, siendo esencial en la actualidad el trabajo colaborativo y en equipo y valorando el aporte de cada integrante. Debimos generar los incentivos necesarios para generar compromiso, para aportar valor y para que todos den lo mejor de sí. Los nuevos abogados tienen una mirada selectiva y los Estudios se han adaptado para ser competitivos en la captación de los mejores recursos.

El futuro de la abogacía
La abogacía se verá fuertemente impactada por la tecnología, sin que hasta ahora hayamos visto los cambios más drásticos que se van a producir. La información cada vez tiene menos valor, porque las fuentes son variadas y de fácil acceso. Pero el manejo profesional de las herramientas disponibles, sumado a la experiencia, la optimización de las habilidades blandas y la interacción eficaz con el cliente, aportando valor agregado.

Lo mejor de cada uno
He tomado lo mejor de cada abogado con el que trabajé. Desde la relación con el cliente, la metodología de trabajo, la redacción jurídica, la comunicación, la motivación y sobre todo, el respeto por una actividad tan apasionante que nos brinda la posibilidad de trabajar en cuestiones que tienen impacto real en la Sociedad y en los negocios. Cada profesional tiene características en las cuales se destaca y he procurado tomarlas. También aprendí a dejar de lado aquellas no tan valiosas, siempre con ánimo de mejorar y de dar mi propia impronta.
Si tuviera que mencionar al abogado que más influyó en mi carrera, sería Alfredo Rovira, Managing Partner del Estudio en el cual desarrollé la mayor parte de mi carrera profesional.

Eduardo Mujica / Socio / Abeledo Gottheil Abogados

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La práctica de la abogacía, por lo menos desde el sector privado, ha ido variando en distintos aspectos. Uno de ellos se relaciona con cambios cualitativos en relación a los temas objeto de consulta por parte del mercado. En tal sentido, la profesión va acompañando los momentos políticos y económicos del país y la práctica profesional fluctuó de asesoramiento respecto de inversiones, principalmente extranjeras, y operaciones internacionales (década del ´90) a temas más puntuales típicos de una economía que perdió dinamismo.
También se han acentuado las regulaciones y los regímenes y sistemas de control internacionales (por ejemplo, relativos a lavado de dinero, planificaciones fiscales, regímenes de información financiera, precios de transferencia, etc.) y, por supuesto, a nivel local han proliferado restricciones y marcos regulatorios en todos los ámbitos. Ello ha incrementado la litigiosidad contra el Estado.
Por otra parte, el desarrollo tecnológico, trajo aparejado la exigencia de una mayor velocidad de respuesta y disponibilidad full time.
La pandemia también hizo su aporte al cambio en el ejercicio profesional, pues generó un importante avance en la modernización de la justicia y la administración pública en materia de expedientes electrónicos y trámites a distancia. Ello, a su vez, ha llevado a la “despapelización” (algo impensado poco tiempo atrás en esta profesión), también al traspaso de la modalidad presencial de trabajo a regímenes mixtos de home office y a reformular estructuras en los estudios, por ejemplo, disminuyendo la necesidad de procuradores.
Por otra parte, se ha consolidado la importancia de las especialidades, surgiendo nuevas orientaciones permanentemente.

El futuro de la abogacía
Si bien se trata de una profesión histórica que perdurará, creo que el futuro de la abogacía estará signado por la tecnológía. En parte, podríamos decir que de manera perjudicial para los que reivindicamos el trabajo artesanal (no me extrañaría que aplicaciones digitales reemplacen parcialmente a ciertos juicios y arbitrajes) pero, por otro lado, se abrirán nuevas oportunidades en dimensiones como la realidad virtual, el Metaverso, y toda nueva plataforma que necesariamente requerirá de alguna regulación y de métodos de resolución de conflictos.

La familia
Como mi vocación por la abogacía se despertó a muy temprana edad, aflorará de manera evidente para el lector que mi primer gran influencia profesional la recibí en el ámbito familiar. En efecto, me ha marcado la enorme vocación por el derecho de mi padre, quien honró la profesión a lo largo de toda su vida (y no sólo a lo largo de su carrera profesional pues fue un verdadero Abogado hasta la clausura de su período terrenal). También es innegable que complementó esa influencia mi madre escribana.
El esfuerzo, la capacidad de análisis, la constante capacitación y la honestidad han quedado marcados en mí.

Hernán Munilla Lacasa / Socio / Munilla Lacasa, Salaber & de Palacios

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Me recibí hace 36 años (1986). Por entonces trabajaba en el Poder Judicial. Empecé a ejercer como abogado en el Estudio Jurídico de mi padre, en 1990, hace 32 años.
Para explicar los cambios que se produjeron en este tiempo en la práctica de la abogacía basta con decir que no existía Internet, no había computadoras y los expedientes se cosían a mano. Estos datos alcanzan -y sobran- para demostrar la dimensión de los cambios.
A su vez, el marketing no ocupaba el prominente lugar que hoy tiene, no se conocían los espacios de Networking tal como se los conoce, ni era común la conformación de equipos interdisciplinarios e inclusivos, o las actividades pro-bono. La oferta académica y los cursos de capacitación, por su parte, eran notablemente inferiores a los actuales y al abogado solía recurrirse de manera más reactiva que preventiva.
Hay muchos otros cambios que sería casi imposible enumerar. Los escritos judiciales eran extensos, atiborrados de citas y redactados con un lenguaje arrevesado. Sabemos que ya nadie quiere leer algo así. Lo mismo vale decir de los Memos o dictámenes destinados a los clientes. Hoy en día las consultas se realizan sin tanto formalismo y a través de dispositivos tecnológicos que facilitan la comunicación
y el lenguaje llano. Si hubiera que redactar por escrito, que no siempre ocurre, se hace de manera acotada y sencilla. En otras palabras, se valora ese recurso tan escaso, el tiempo, como antes no se valoraba.
En definitiva, las modificaciones a lo largo de estos treinta y pico de años han sido muy significativas. Se aceleraron además en los dos últimos años, a raíz de la pandemia. Sin embargo, aun cuando la realidad demostró que (los abogados) supimos adaptarnos a los avances de la tecnología, que arremete con prisa y sin pausa, las motivaciones que requieren la consulta al abogado, cualquiera fuese su especialidad pero en mayor medida si es penalista o se dedica al derecho de familia, preferentemente reclaman la presencialidad. En estos casos creo que
es insustituible.

El futuro de la abogacía
Como dije, los cambios operados en la práctica de la abogacía, en especial de la mano de la tecnología y de la pandemia, son enormes y descarto que perdurarán en el tiempo: modalidad de trabajo híbrida, home office, co working, reuniones a través de plataformas virtuales, optimización del tiempo, equipos interdisciplinarios, comunicaciones más directas y eficientes y una gran labor preventiva.
Asimismo, este presente nos enfrenta a desafíos muy acuciantes: la necesaria formación de los nuevos abogados en un contexto inédito, el arraigo laboral, la retención de talentos, la extinción del trato personal con los integrantes del Poder Judicial, la mantención de espacios de brainstorming, el abordaje de nuevas tecnologías, como la robótica, la IA y el Metaverso aplicado a procesos donde habrá de desenvolverse el abogado y sus clientes, son cuestiones, todas ellas, que exigirán una dedicación especial y un adecuado proceso de aprendizaje y acompañamiento.
No obstante, los abogados somos técnicos y -se supone- conocemos de leyes o de cuestiones legales concretas. Se nos consulta precisamente por lo que sabemos de derecho. Y esto no va a cambiar. De allí la importancia del estudio y de la capacitación permanente.
Sin embargo, hay algo más importante que saber derecho, lo cual se presume, algo más esencial que los conocimientos jurídicos o las disposiciones de tal o cual ley o normativa. Me refiero a la confianza, que es el principal atributo del abogado, junto con las restantes habilidades blandas. Hablo del “comportamiento” más que de conocimiento, algo que no suele enseñarse en las Universidades ni se aprende de los libros.
Esto, que hace a la esencia de nuestra profesión, no ha cambiado, sencillamente porque la esencia, ese sello indeleble que nos hace únicos, no cambia. Mutan las leyes, la tecnología y ciertos protocolos de relacionamiento o la manera de trabajar, pero la confianza, ese invaluable intangible que se posee o se carece, es el mismo que el de ayer, el de hoy y el de mañana.

Juan Carlos Ojam / Socio / Ojam Bullrich Flanzbaum

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Este año cumplo más de 30 años como abogado, que implica que comencé a trabajar cuando no había computadoras, e-mail, internet, teléfonos portátiles y mucho menos mensajes de texto. Los intercambios con los clientes eran de manera personal, por fax o télex y eventualmente por carta. El ejercicio de la profesión para quienes asesoramos a empresas nacionales y extranjeras cambió radicalmente en dicho lapso.
La globalización cambió el mundo, la forma de hacer negocios y ello impactó a los clientes. Tienen poco tiempo para tomar decisiones y por ello demandan de sus asesores análisis de riesgos mucho más precisos, y el asesor legal debe conocer el negocio del cliente para ponerse en su piel y ayudarlo a tomar decisiones fundamentadas, que normalmente involucran la asunción de riesgos (leves, moderados o graves). Ya no alcanza con saber el ordenamiento legal, sino que hay que tener un sentido del riesgo real mucho más práctico que teórico.
El “delivery” del consejo cambió y ya no solo respondemos por escrito, sino que, en muchos casos, los clientes quieren escuchar a sus asesores, más que leerlos.
Dónde trabajamos dejó de ser relevante, en la medida que los resultados sean los esperados, y también se borraron los límites temporales. Los desafíos y problemas legales de los clientes se suscitan con independencia de los horarios pre establecidos de trabajo (ni hablar de clientes que trabajan en otros husos horarios) y en consecuencia demandan asesores legales que están a disposición de ellos al mismo ritmo que ellos deben tomar decisiones de negocio.
Los abogados debemos estar al lado de los clientes ayudándolos a hacer negocios en un entorno lo más seguro posible. El modelo de abogado que todo lo obstaculizaba ya no corre más.
Los abogados cambiamos. Básicamente al ritmo impuesto por nuestros clientes y sus industrias. Cada cliente es un mundo, con su realidad y desafíos, en un entorno constantemente cambiante.
Afortunadamente, con el advenimiento de la globalización e internet, el acceso a la información se hizo más amigable. La capacidad de investigar y acceder a información precisa y valiosa dejó ser de patrimonio de las grandes organizaciones y ello elevó el nivel general de los profesionales.
Con la globalización e internet, en mi campo de especialidad (propiedad industrial e intelectual) aparecieron nuevos fenómenos y desafíos legales, desde los primeros casos de ciberocupación, uso de marcas como metatags, así como todos los aspectos legales de internet. El mundo digital nos desafía en materia publicitaria y en cuestiones de lealtad comercial. Metaverso, blockchain, criptoactivos son temas que no podíamos imaginar hace treinta años. Me siento afortunado de haber abrazado una especialidad en la que el mercado es global y cualquier recomendación tiene que contemplar una mirada integral de los fenómenos.
Finalmente, el cambio radical más profundo tiene que ver con los equipos. El abogado individualista (“one man show”) típico de los 70/80, al que los clientes iban a ver a su despacho y esperaban un buen tiempo a ser atendidos, ya no funciona. El nuevo mundo no solo exige un ritmo diferente, sino que requiere equipos de trabajo multidisciplinarios y solo son exitosos aquellos que funcionan como verdaderos equipos homogéneos.
Veo el futuro de la profesión con mucho optimismo. Creo que las nuevas generaciones de profesionales tienen más herramientas para ser mejores, especialmente porque fácilmente pueden ver qué tendencias se imponen en el mundo. Como profesor de la maestría de una prestigiosa universidad en Buenos Aires, año a año veo profesionales mejor preparados y con más ganas de superarse. Creo firmemente en el talento joven y eso me hace ser muy optimista en el futuro, por cierto, desafiante, en el que les tocará desenvolverse.
Por otro lado, no deja de preocuparme una cierta tendencia a desvalorizar el trabajo intelectual, aunque no se me escapa que es un desafío de casi todas las profesiones liberales en nuestro país. Frente a eso confío en que el camino es la especialización, sin perder el foco generalista del buen asesor legal de empresas.

Varios a través de los años
Me es difícil elegir al abogado que más influyó en mi carrera. Como estudiante, Néstor Sagüés, el mejor profesor que tuve en la carrera porque fue el que más me hizo pensar. Luego, en la profesión, Enrique Bruchou y Jaime Fernández Madero, quienes creyeron en mí y de quienes luego fui socio, pero ambos, cada uno con su estilo y talentos bien distintos, me marcaron en un momento de mucho crecimiento profesional.

Francisco J. Roggero / Socio administrador / ZANG, BERGEL & VIÑES

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Cómo cambió la práctica desde que me recibí es la pregunta y debería responder: ¡cómo cambió la práctica en estos 23 años!
Cuando entré a trabajar en el querido Estudio Bulló, allá por 1999, si bien prácticamente ya no escribíamos con máquina de escribir, las cosas eran bien diferentes a lo que son hoy.
Por de pronto, no todos teníamos computadoras, menos aún mail y menos mail externo. Y eso que todavía no empezamos a hablar de la conexión a internet… Recuerdo que en esos primeros tiempos teníamos un sistema de comunicación que se llamaba Pegasus que era un correo interno. El sistema hacía honor a su nombre ya que, cuando llegaba un mail, aparecía un pegasus que volaba por la pantalla bicolor de la computadora anunciando la llegada de la comunicación. Y, como dije, si bien no todos escribíamos con máquina de escribir, aún se utilizaba para muchas presentaciones ante organismos del Estado.
Creo que el cambio en las comunicaciones y los sistemas fue el más importante. Al poco tiempo de empezar a trabajar, ya todo el mundo tenía correo electrónico y, así, esa se transformaba en la forma de comunicación habitual interna y con los clientes.
En lo que respecta a las comunicaciones móviles, todo estaba empezando y comenzábamos a tener nuestros primeros teléfonos celulares. Los ladrillos, después unos intermedios grises bastante grandes, hasta que aparecieron los StarTACs (esos que eran como galletitas que se cerraban). Demás está decir que esos teléfonos sólo ofrecían comunicaciones telefónicas; ni sms, ni mucho menos mails u otras aplicaciones como WhatsApp. Y brindaban comunicaciones móviles dentro del radio de la Capital Federal, tener roaming por el interior (a más de 50 kms) era un milagro y qué decir de estar comunicado desde el exterior.
Pero pronto eso también cambió y a una velocidad sideral. Mejoraron las comunicaciones, el roaming, los mensajes de texto, aparecieron las blackberries, último grito de la moda y ejemplo de empresa que no supo adaptarse al cambio.
Y después vino la conectividad a internet móvil que, para los más jóvenes es algo dado, pero los menos jóvenes vivimos más de la mitad de nuestras vidas sin ella.
Pero vayamos a la profesión en sí misma. En aquellas épocas yo litigaba, veía mucho litigio bancario y temas de concursos y quiebras. En definitiva, litigios. Y en aquella época los expedientes eran sólo de papel y se cosían, ¡sí! se cosían con aguja e hilo. Y la única forma de ver lo que ocurría en los expedientes, era ir a verlos. De modo que la vida de los litigantes por las mañanas era por tribunales. Allí hacíamos nuestra “recorrida” recogíamos novedades, dejábamos escritos, hablamos en los juzgados, dejábamos cédulas, mandamientos y oficios y todo eso por supuesto en papel.
Ir a Tribunales era un ritual. Tal es así que recuerdo una anécdota de cuando hacía mis recorridas con Joaquín Otaegui, por entonces mi jefe, de un día de fines de diciembre en el que fuimos a Tribunales solo para tomar café en el bar de la esquina de Paraná y Tucumán, donde lo hacíamos todos los días. Aunque no hubiera nada que ver en los juzgados ni escritos para presentar, había que cumplir el ritual.
En fin, la profesión en ese aspecto sí que cambió. Al tiempo, empezamos a poder consultar los expedientes también por internet, luego vinieron las notificaciones electrónicas y la pandemia hizo el resto del trabajo, actualizando los obsoletos procesos de la justicia y haciendo casi innecesario pisar Tribunales. Pero, si me preguntan, creo que un estudiante de derecho o un abogado, nunca debería dejar de ir a Tribunales, y ver los expedientes in situ, y hablar con quienes los llevan y, claro, tomar café en los múltiples bares que los rodean.
La verdad es que podría escribir ríos de tinta sobre los cambios en la profesión. Me limité a describir un par de aspectos que podrían resultar impensados para los más jóvenes, pero lo cierto es que cambió mucho nuestra profesión en general, en la Argentina y en el mundo entero. Y a quienes esto nos apasiona, nos divierte ir siguiendo esos cambios, buscando, además, adaptarnos a ellos. El derecho cambió por completo. Las nuevas tecnologías irrumpieron en él. Las firmas de servicios jurídicos cambiaron enormemente. La forma de prestar servicios, también. ¡Y qué decir con la pandemia!
Es difícil predecir cómo seguirá la profesión. Creo que fuertemente marcada por la tecnología. Esta es transversal a casi todas las áreas del derecho y creo que eso es algo que va a ir transformando la profesión. Creo también que los abogados somos irremplazables pero que debemos adaptarnos, aunque nos cueste. Pienso que el abogado del futuro será un abogado que sepa de derecho, que se involucre y conozca el negocio del cliente y que comprenda el mundo de la tecnología. Pienso que los abogados estaremos más especializados, nos apoyaremos más en los sistemas y en la inteligencia artificial y pienso también que habrá nuevas oportunidades.
El derecho siempre ha requerido que los abogados estemos actualizados, de modo que nada de esto debería atemorizarnos.

Silvana Stochetti / CEO / Legalify Latam

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La evolución en el ejercicio de la abogacía y su principio inalterable: acudir en el socorro y la ayuda.
Si bien existen antecedentes del origen del ejercicio de la abogacía previos, fue en Roma donde se desarrolló plenamente y, por primera vez, de manera sistemática y socialmente organizada, la profesión de abogado, palabra que viene del vocablo latino advocatus, que significa llamado, porque entre los romanos se llamaba así a quienes conocían las leyes para socorro y ayuda.
Como en ninguna sociedad del mundo antiguo, los romanos permitieron que ciertas mujeres, las de la clase alta, pudieran ejercer la abogacía.
Llama la atención el nombre de tres grandes abogadas romanas que la historia ha conservado: Amasia, Hortensia y Afrania, llamada también Calpurnia.
Al principio esta práctica era gratuita y significaba un honor, posteriormente cuando se autorizaron las contraprestaciones, debía celebrarse un contrato llamado “locatio conductis operis” o sea un arrendamiento de servicios.
Con el tiempo ha evolucionado mucho la práctica de esta profesión, que elegí hace muchos años, sin embargo estoy convencida en la necesidad y responsabilidad como abogados de mantener el compromiso nacido en el Derecho Romano de ejercer con HONOR esta profesión.
Desde que comencé a desempeñarme como abogada hace ya más de 20 años recorriendo los juzgados con las fichas manuscritas de cartón de cada expediente para luego pasarlas al “lex doctor”, ha evolucionado mucho la práctica de la abogacía y de los tribunales, pero fue la última década la protagonista de la más importante metamorfosis.
La evolución social y sobre todo tecnológica ha revolucionado las relaciones interpersonales y nuestra forma de entender el mundo, y la abogacía no escapa a esta tendencia.
Estas mutaciones que impactan en la sociedad, requieren desafíos jurídicos en el sector legal y nos dan la oportunidad de evolucionar: inteligencia artificial, blockchain, digitalización de la información, de los recursos y de los procesos, tecnologías que apoyan la gestión de casos jurídicos, tecnologías relacionadas con la ejecución y el análisis de operaciones legales automatizando la información e incluso la redacción de contratos, el análisis de documentos o de causas judiciales, marketplaces de servicios legales, entre otras herramientas que nos permiten ser más eficientes.
La revolución digital también cambia las necesidades de los clientes que demandan eficacia y transparencia empujandonos a apalancarnos en la tecnología para evolucionar y no perderlos, e incluso aumentar la cartera mediante herramientas digitales como marketplaces.
¿Estamos preparados para el cambio?
La clave está en evolucionar y adaptarse: Prior in tempore potior in iure, es una expresión latina que significa: primero en el tiempo, mejor en el derecho.
Innovar, adaptarse y transformarse será la clave para ser un profesional competitivo ya que el uso de la inteligencia artificial nos ayudará a agilizar el trabajo para concentrarnos en tareas que aún requieren la intervención e inteligencia humana, mientras que los marketplaces de servicios legales reemplazarán las recomendaciones “de boca en boca” a través de lograr una mayor visibilidad y con la reputación que se logra a partir de las calificaciones de otros usuarios.
Por último, además de las herramientas tecnológicas, el ejercicio de la abogacía de un profesional moderno deberá abrazar las metodologías ágiles, usar un lenguaje más sencillo y transparente y mantenerse abierto a distintas culturas y perspectivas, transformando e impulsando esta honrosa profesión.